En política suele pasar: todo lo del otro es malo, no hay grises y el blanco y el negro dominan el escenario.
Con los 100 días del gobierno del presidente Gustavo Petro pasa igual: senadores del círculo petrista más cercano al presidente como Gustavo Bolívar o Iván Cepeda celebran con júbilo, mientras opositores como Miguel Uribe o María Fernanda Cabal no dudan en afirmar a los gritos que el paraíso terminó el 6 de agosto y el país se convirtió en el infierno con el nuevo presidente.
La mesura tampoco está en el diccionario de los extremos, obviamente. Pero mientras los aliados de Petro enumeran hechos conseguidos o en trámite de alcanzarse por parte de Petro (reforma tributaria, discurso en la ONU y en la COP27), la oposición se dedica a la futurología. Se permiten predecir el futuro con base en las decisiones del presente gobierno.
Pero más allá de lo que para unos son logros y para otros son la puerta del abismo infinito, la verdad es que Gustavo Petro en 100 días ha marchado por la senda democrática colombiana, ha sabido manejar un Congreso siempre voraz, ha sido fiel a su pensar en términos sobre calentamiento global y narcotráfico y ha sido pragmático tomando decisiones como el restablecimiento de relaciones con Venezuela y la propuesta de diálogo con el ELN.
Solo van 100 días. Quedan 1.360 para que cada bando reclame el triunfo mientras es Colombia la que espera salir ganadora.