El escenario: una calle de Civitanova Marche en el centro de Italia, con tráfico normal, a pleno día y a la vista de todos. Los actores: Filippo Claudio Ferlazzo, 32 años, italiano, con antecedentes judiciales y Alika Ogorchukwu, 39 años, inmigrante nigeriano sin trabajo fijo, casado y con un hijo de 8 años. Los hechos: Ferlazzo transitaba por la calle en compañía de una mujer y Ogorchukwu se acercó a pedirles una moneda, al decir de su asesino. Lo hizo de forma tan insistente que llegó a tomar del brazo a la mujer que lo acompañaba y eso desató su furia.

Motivo de la muerte: los golpes recibidos por el homicida que no dudó ni en usar la muleta con la que el africano se ayudaba para caminar.

El público: solo les faltó aplaudir. Se limitaron a increpar al asesino y a llamar a la policía que cuando llegó era muy tarde. Ogorchukwu yacía en la calle, sin vida.

¿Otro caso de intolerancia? ¿Racismo social puro y duro? ¿Locura del criminal?

Por el momento, Ferlazzo está detenido y seguramente volverá a la cárcel donde ya ha estado. La pregunta es: ¿si el limosnero no fuera negro, habría provocado tal reacción del italiano y tanta indiferencia de quienes vieron cometer la paliza que se convirtió en asesinato?

Italia es de los países europeos que tienen que lidiar con la presencia de inmigrantes africanos que huyen de las catástrofes de sus tierras y que una vez en territorio europeo se enfrentan a la falta de oportunidades y salen a las calles a buscar su sustento.

Habib Merheg Marún