El hombre es un animal de costumbres y tiene la capacidad de adaptarse hasta a las más difíciles circunstancias.

Después de año y tres meses de restricción a nuestra movilidad y, demás libertades constitucionales, con todo tipo de normas que van desde poder ir al baño según el número de la cédula, número de la matrícula del carro para poder ir al médico, hombres un día y mujeres otros, para abastecimiento de alimentos y farmacia (excluyeron de manera imperdonable a los del tercer sexo y sexo indefinido); hasta la más clasista de todas, cosa que solo existe en este país, la de movilización conforme al estrato social; ya no nos importa mucho el del bloqueo por los paros.

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Ahora, por ejemplo, quienes estamos sometidos al proceso de experimentación socio económica de la dictadura de los diferentes colectivos sociales y la abolición de la autoridad institucional, preámbulo de lo que se viene para toda la nación, aquí en el denominado suroccidente colombiano, nuestra rutina de restricción de libre movilidad, solo cambió en quién la ordena.

Me explico: Desde que comenzó la pandemia, hasta que se desapareció, gracias al paro nacional, las limitaciones a nuestros derechos, las dictaba el presidente todos los días en su aburridísimo programa diario de Tv y la complementaban los alcaldes con gran imaginación; al de Cali, por ejemplo, no le faltó sino establecer que, un día, saliéramos los hinchas del América y otro los del Cali (cuándo les tocará a los del Cali, la ciudad estaría vacía).

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Ahora, nuestra movilidad y derecho de abastecimiento lo dicta el colectivo que tenga la capacidad de poner un retén; esto ya se es normal y nos acostumbramos a esto.

Para los que, desde las otras partes del País, nos están viendo de lejitos, olvidando que esto también va para allá, les cuento que aquí, los que no vamos a justo paro, ni a marchas folklóricas, pacíficas y artísticas, de nuestra juventud y, por desgracia tenemos que ir a los trabajos, mantener los negocios y cumplir los estrictos plazos a la DIAN, tenemos la siguiente rutina:

Cuando despertamos, si nos han dejado dormir los ruidos de las sirenas, la pólvora, los tiros y helicópteros, lo primero que hacemos es averiguar por dónde nos dejarán pasar. Ya tenemos una inteligencia mejor que la militar, que nos va indicando el camino; hay que calcular 2 horas más de lo que normalmente se empleaba; ya sabemos que tenemos que esperar y que quienes ahora ejercen la autoridad, nos den paso.

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Les doy un tip, para cuando este nuevo orden se establezca en todo el país: Traten de llegar al retén después de que hayan comido y recibido el pago los dueños de los retenes; si les llega tocar antes del almuerzo, están alborotados y groseros.

En los retenes, que duran entre media y dos horas, aprovechen para trabajar en el carro; pongan música; les garantizo que rinde más que en la oficina. De tanto parar ante nuestras nuevas autoridades, empezamos a ser conocidos, nos saludamos e intercambiamos opiniones. Si quiere no tener problemas, haga como cuando lo paraba un policía de tránsito, no peleé y, cuando le diga: “tiene vencido el extinguidor, le retengo el carro o cómo nos colaboramos”, saque su billetico y seguro que lo dejan ir. Siempre hemos estado sometidos al chantaje; lo distinto es el origen.

Cuando por fin llegamos a nuestras actividades productivas nos encontramos que, más de la mitad de nuestros compañeros de trabajo, no ha podido llegar y que no hay materias primas. Recibiendo esa noticia, nos informan que alguien tiene esas materias primas pero que valen el doble. El gran desiderátum: ¿Cierro o produzco más pérdidas? Cuando decides continuar, con la esperanza de que esto va a terminar, te llega el recibo del impuesto predial, con un avalúo incrementado en mínimo 20 %, porque después de la destrucción masiva de la ciudad los inmuebles cuestan más.

En este punto hay que respirar profundo, para evitar el infarto o el mal genio; haga sus ejercicios de yoga. No se le vaya a ocurrir ver medios de comunicación, les prometo que eso les permitirá recibir, con tranquilidad, la amable llamada del banco, anunciando que está atrasado y lo van a pasar al departamento jurídico.

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Vuelta a casa por la tarde, te recreas viendo cómo desbarataron la ciudad, cómo llenaron de grafitis todas las paredes de los edificios y los carros quemados; crees que estás en el medio oriente. Cuando estás absorto en eso llegas al retén, saludas a tus nuevas autoridades y esperas paciente a que te dejen pasar. Cuando te lo permiten das las gracias por su condescendencia y llegas a tu casa, haciendo buena cara, para no preocupar a tu familia.

Lo narrado no tiene nada de imaginación; aunque ustedes no lo crean es así. Hoy murieron 2 millones de pollos por falta de comida; en tres meses llegarán
los huevos y el pollo del exterior; las granjas de cerdos están iguales; la dictadura de los colectivos sociales quiere destruir todo lo productivo, para cuando su jefe llegue al gobierno encuentre todo en ruinas y comience de cero; me parece absurdo, pero ellos sabrán el porqué.

Ñapa: No quiero que vayan a amargarse con este susurro, ya se levantó la ley seca y abrieron la vida nocturna; la gente ya puede bailar y esto comenzó a tener sabor a trópico. Desapareció el Covid-19. Estamos sobreviviendo en medio de este caos y no nos vamos a ir de este pedazo de tierra que alguna vez fue territorio colombiano y ahora es tierra ancestral. Nacimos y moriremos aquí, ahora temporalmente con doble nacionalidad, mientras la antigua Colombia nos lo permita.

Habib Merheg Marún