OPINIÓN: KICO BECERRA

Caos significa «Desorden o confusión absolutos»; eso es lo que se vive hoy en Cali.

La ciudad no tiene autoridad desde que se definió que, ejercer autoridad era una práctica ilegítima del gobierno municipal.

Nadie cumple con sus deberes elementales de respetar los semáforos; de no parquear en vías arterias; de botar la basura en los lugares previstos para esto; de no utilizar las vías del transporte masivo, etc., etc.

Se construye donde se quiera sin cumplimiento de ninguna forma; el monumento a la violación a las leyes de ordenamiento urbano es el edificio de la sagrada familia y ahí sigue enhiesto, para incitar a la ciudadanía a que construya lo que le dé la gana.

No existe planeación urbana alguna; el director de planeación está ahí porque posee el título de ser hijo de Roy y llamarse Roy; sobra cualquier otro comentario.

En Cali, todo el mundo hace lo que quiera; los auxiliares de tránsito son habitantes de la calle que, ejercen su poder a la fuerza, ante la falta de semáforos. Les pagamos con limosna los que transitamos, ya sea moto o automóvil, para tener algo de movilidad.

Cali es la ciudad de las motos; su clima se presta para eso. En lugar de hacer una política para organizar ese medio de transporte, como tener vías exclusivas para ellos, se decidió dejar que hicieran lo que quisieran. Un motociclista en Cali viola, como mínimo, 10 normas de tránsito diarias.

De la inseguridad ni hablar; crímenes de toda índole que, se cometen con la certeza de que no les va a pasar nada pues la ley no se aplica. Lo más grave es que, la alta criminalidad está en los barrios populares; pueblo matando y atracando pueblo.

Alguien me preguntaba en estos días sobre quién debería ser el próximo alcalde de Cali, a lo que respondí de inmediato: Alguien que garantice devolver la autoridad en esta ciudad sin Dios ni ley.

Ñapa: Otra cosa que padecemos los Caleños es de la certeza colectiva de que todo lo que se hace es para robarse una parte; no hay cosa más grave para un gobierno que tener fama de corrupto. Como decía el Maestro Echandía: «Al hombre público se le perdona meter la pata, pero, jamás meter la mano».

Ñapita: Aprovechando el desorden y la falta de autoridad están quemando El Cerro de las Tres Cruces para hacer invasiones, en lugares en que es casi imposible llevar agua.