Opinión: Mauricio Guzmán Cuevas

En medio de una absurda campaña de desinformación hacia los colombianos, nos quieren hacer creer que podemos escoger entre un modelo de gobierno de izquierda, otro de centro y otro de derecha. Que la fracasada gestión del Gobierno saliente como es de derecha debe ser castigada y se debe elegir uno de izquierda.

Comparemos indicadores del DANE. “En el 2003 los colombianos pobres eran el 59 % de la población, en el 2021 el 39,3 %. En el 2003 solo el 60 % de la población tenía cobertura en salud mientras que hoy tiene el 98 % cobertura. Así mismo, hoy más del 95 % de la población accede a energía, agua potable y saneamiento básico”.

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Desde 1991 Colombia se rige por una de las constituciones más progresistas, participativas, garantistas y protectoras de los derechos individuales de América. La democratización de la vida local y regional introdujo la elección popular de autoridades lo que empoderó nuevos líderes y partidos. La inclusión racial, sexual, religiosa y social consagró la diversidad como un valor insustituible de nuestra democracia.

Hemos logrado superar parcialmente la violencia política a través de la vía negociada.

Esto y mucho más lo hemos logrado entre todos. inspirando nuestras decisiones en ideas liberales, socialistas, conservadoras, ambientales, progresistas, etc. Si se quiere, podríamos aceptar que son fruto de un tutifruti ideológico de unos gobiernos más hacedores que otros.

¿Será esta mezcolanza ideológica la causa de los males que aún persisten? Si Deng Xiao Ping, líder del progreso chino viviera, nos contestaría: “Gato blanco, gato negro, no importa. Lo importante es que cace ratones”. El mundo entero ha construido progreso humano y desarrollo físico gracias a que ha abrazado lo bueno de todas las ideologías.

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¿Qué hace, entonces, la diferencia para que unos logren su bienestar? El ser humano que gobierna. Su conocimiento y su experiencia. Pero, sobre todo, su formación ética. Sus valores democráticos. Si es pluralista y tolerante con las ideas contrarias. Si es un líder individual o un gerente colectivo. Si le gusta integrarse con los que saben o prefiere los áulicos incondicionales. Y, por sobre todo, si respeta las reglas de juego y juega limpio para garantizar los derechos de todos los que integran la sociedad colombiana.

En Colombia ante el rechazo que genera el actual Gobierno se está abriendo paso el más populista de los candidatos: Gustavo Petro. Como Bukele en El Salvador, Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela y Castillo en el Perú, etc. También quiere ser el primer presidente de izquierda que gobierne a Colombia.

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Una coalición, el Pacto Histórico, quiere que el país sea “una potencia mundial de la vida”. Quiere entablar desde su primer día de Gobierno una guerra contra los combustibles fósiles, convencido de que esos ingresos fiscales los podrá reemplazar si fortalece la agroindustria y el sector del turismo. Ignora que el sacrificio de un país pequeño como Colombia no contribuye mucho a la humanidad y, en cambio, sí agrava los problemas de pobreza e inequidad que desatarán más violencia y muerte. Cambiar para empobrecernos más.

Su idea de convertir el Estado en empleador de última instancia para los que no encuentren empleo desatará un crecimiento del gasto inútil con una burocracia y unas corbatas voraces. Cambiar para empobrecernos más.

Esta y otras ideas como disponer del ahorro de los pensionados para financiar sus fantasías gubernamentales será el principio del más aberrante despojo que cometen los incapaces para cumplir sus proyectos mesiánicos. Cambiar para empobrecernos todos.

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Estas consideraciones nos permiten advertir que quienes han querido cambiar la historia de sus países por lo general han acabado despreciando la gerencia del gobierno democrático e implantando el poder popular en cabeza de ellos eternamente.

El que no crea lo que aquí digo, vaya a la calle y pregúntele a un venezolano que votó por un cambio en Venezuela con Chávez, por qué le tocó cambiar de país.