Por MAURICIO MARULANDA
Durante décadas, nos hicieron creer que vivimos en una economía pujante, en donde ganar más de un millón quinientos mil pesos, convertía a la persona en estrato medio y que gracias a esta economía, podíamos asegurar que Colombia marchaba con vientos en popa hacia el crecimiento global, siendo una de las mejores economías de Latinoamérica. Pero gracias al Coronavirus, hemos descubierto una realidad que siempre estuvo ahí, pero que nadie aceptaba.
¿Cuántos colombianos estaban
listos para soportar una confinación
de tres meses?
Una familia de estrato 1 y 2 debe afrontar gastos fijos mensuales así:
– Arrendamiento $500.000
– Servicios Básicos $150.000
– Alimentación (3 personas/mes) $600.000
Sólo hasta ahí hablamos de $1’200.000
No se incluye entretenimiento, televisión privada, internet o transporte, asumiendo que estos son los gastos básicos estando en confinamiento.
No se está contemplando gastos
de educación, asumiendo que todos
asisten a colegios y universidades
públicas, cosa que no es cierta.
En la economía informal, lograr ingresos de $1’200.000 requiere de obtener al menos $55.000 diarios, permitiendo que el trabajador descanse al menos un día a la semana y promediando los festivos del año.
En la economía informal, el capital de inversión, que por lo general no supera los $2’000.000 sólo tiene retorno, en la medida que haya rotación de los productos o servicios que se venden. Esto incluye a tenderos, vendedores ambulantes, mensajeros y casi todo el sector de la informalidad.
¿Cómo podría esa clase informal
tener ahorros de $3’600.000 para
afrontar el confinamiento?
A pesar de las cifras falsas del DANE, que intenta asegurar que en Colombia, los trabajadores informales, que no tienen un contrato laboral, que no siempre pueden pagar servicio de salud y que no tienen manera alguna de aspirar a una pensión al llegar a su vejez, son de la clase media, están totalmente equivocadas al asegurar que vivimos en una economía pujante en crecimiento. Eso es una falacia creada por el sistema, para hacernos sentir tranquilos, para tragar entero con cifras que están distantes de la realidad.
Ya los primeros brotes de manifestaciones surgieron en Bogotá, en donde los habitantes de las comunidades más pobres, no tienen que comer y la única forma de exigir sus derechos, es tomarse supermercados, tiendas de barrio y todo lugar que tenga almacenamiento de alimentos.
Ante la problemática sobre abrir el comercio o mantenerlo en confinamiento, tanto la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, como el presidente Iván Duque, no logran llegar a un acuerdo.
Duque sostiene que debemos tomar el riesgo de la mejor manera posible, mientras López, se preocupa por un repunte en los contagios y un colapso de los hospitales de la ciudad.
¿Quién tiene la razón?
Cada quien defiende su punto de vista, ambos en cierta manera tienen la razón, pero al final, estamos hablando de la vida y cuando se habla de su vida (si usted el que está leyendo), nadie puede obligarlo a salir a exponerse y de ser autorizado por Duque, tampoco nadie podrá detenerlo.
¿O seguimos creyendo en las
promesas del gobierno con
ayudas que aún no llegan a todos
o salimos a trabajar, no sólo exponiendo
su vida, sino la de sus familias?
Si el gobierno hubiera sido claro, transparente y certero en la entrega de ayudas a la población, tal vez, sólo tal vez, los colombianos mantendrían la calma y la fe en sus gobernantes, pero no todo lo prometido se ha cumplido y los continuos escándalos por estafas y sobreprecios en las ayudas, generan una total desconfianza de la gente, que acosados por el hambre prefieren enfrentarse al Estado, antes de morir por inanición.
Los programas de ayudas a través de mercados, sólo han incentivado a los funcionarios corruptos a buscar la manera de alterar las cotizaciones para su beneficio, inconscientes de las necesidades de sus pueblos y la magnitud de la pandemia.
Los colombianos deberían recibir dinero en efectivo, una cifra racional por familia, que les permita decidir como distribuirlo de manera equitativa en sus necesidades.
Para lograrlo, es imprescindible el apoyo de la banca privada, es tiempo que ellos devuelvan parte de los beneficios que por décadas han recibido de la población colombiana. Sólo el año pasado, se especula que recibieron más de $116 billones de pesos en utilidades.
¿No sería justo que, ante la crisis
los bancos tuvieran actos de sensatez?
El gobierno Duque entregó a la Banca Privada recursos para generar préstamos a pequeños y medianos empresarios, pero las condiciones de entrega son tan absurdas, que son pocos los que pueden acceder a estos beneficios, en cambio los grandes empresarios ya tuvieron acceso a esos recursos, dejando a la empresa incipiente en la soledad y el abandono.
Las cosas no pintan bien, la gente en confinamiento ha tenido el tiempo y la información necesaria para entender que, el paraíso donde creían vivir, no es distinto al de los países más pobres del mundo.
La pobreza de la economía ya quedó al descubierto, ahora si estamos entendiendo que vivimos al día, día. A lo que se puede producir en una semana de duro trabajo. Esa pobreza ya la estamos reconociendo, ahora debemos aceptar otra pobreza más grande, la de la ignorancia y la indiferencia ante los gobiernos que escogemos.
Llevamos 24 años sumidos en la palabra del partido Centro Democrático, que lejos de hacerle bien a los colombianos, se ha encargado de hacernos más pobres, con menos oportunidades y con un sistema de salud que hoy, ante la pandemia, demuestra que debe erradicarse y evaluar las nuevas condiciones.
Todo esto pasa frente al rostro indiferente de un Congreso, que está más preocupado de las tendencias políticas para las nuevas elecciones presidenciales, que de la crisis que vive el país.
Qué fácil es soportar el confinamiento cuando se reciben $30 millones mensuales, nos pagan el transporte privado y con escoltas, en lujosas residencias en donde el presupuesto para alimentación puede ser de hasta $5 millones mensuales. Qué fácil estar confinado así!
Director: Habib Merheg Marún
