Chile, con el triunfo de Gabriel Boric, se convierte con Perú en el quinto país de Latinoamérica en abandonar los gobiernos de derecha y dar una oportunidad al progresismo de izquierda que por estas épocas anda ganando mucho más adeptos de los que usualmente tenía décadas atrás.
La llegada de Boric, de la coalición Apruebo Dignidad, que reúne a su partido Frente Amplio y también al Partido Comunista, provocó el natural aplauso de gobiernos de izquierda como Argentina, México y Perú, elegidos en el marco de democracias lideradas por presidentes que no se han atornillado al poder, y también de los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, caracterizados por estar en manos de las mismas personas desde hace muchos años.
Chile pasa a ser el séptimo país de Latinoamérica que no es gobernado por la derecha tradicional y que demuestran una clara tendencia hacia el progresismo, que abandona las políticas de la ultra derecha y se acerca más a la izquierda.
Lo que acaba de pasar en Chile debe ser mirado con mucha atención en Colombia y Brasil, no solo por lo que significa su triunfo para el continente, sino porque demuestra que prácticamente ningún candidato puede llegar solo al poder. En esta segunda vuelta, Boric, de 35 años y que será el presidente más joven de Chile, concitó el apoyo de todos los partidos de la centro-izquierda para ganar frente a Kast, un admirador de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) opuesto al aborto y al matrimonio igualitario, que proponía orden tras las manifestaciones callejeras de 2019 y continuidad neoliberal.