Por @EscribidorMao
La Representante a la Cámara Jennifer Arias está en el banquillo de acusados por haber plagiado su tesis y la misma Universidad del Externado ha sido la que, basado en las investigaciones pertinentes, logra emitir un juicio que pone en evidencia el fraude de plagio que hoy la tiene en la cuerda floja.
No es la primera vez que se presenta un caso así, pero lo que si sorprende es que a pesar de todas las evidencias que se presentan en contra de cientos de políticos que han infringido la ley en Colombia, estos personajes no aceptan las evidencias presentadas y se aferran a una inocencia que, acorde a ellos, deberá ser demostrada y probada ante las cortes para aceptarlas, a pesar que todas las pruebas demuestran que si hubo una infracción.
No voy a hablar del caso particular de Jennifer Arias, ni del caso del Ministro Diego Molano o de las acciones del fiscal Barbosa, en lo que quiero hacer énfasis es en la falta de decencia por parte de los sindicados, al no aceptar las pruebas presentadas y obligar a que se abra un proceso legal, con la esperanza puesta en sus conexiones políticas para que los entes de control, gracias a esos estrechos lazos de amistad con los jerarcas políticos, logran anular el proceso o en el mejor de los casos, contratar a Iván Cancino o Abelardo de la Aspriella para que distorsione las evidencias y haga las maromas necesarias para conseguir la absolución del bandido.
Esos principios básicos de honorabilidad, transparencia, decencia y ética que alguna vez nos enseñaron en nuestras casas, producto de una tradición familiar de generaciones ancestrales, quedaron en el olvido. Ahora, el modernismo de la corrupción se basa en qué se puede probar ante la corte.
¿Cómo planean los partidos tradicionales
convencer a los votantes de confiar en sus candidatos?
El colombiano de a pie no sólo ha perdido la confianza en los políticos, sino que ha llevado su sentimiento a extremos de rechazo y odio a la clase política, calificando a todos con el mismo raso, sin hacer diferencia entre este o aquel.
El cinismo, tan popular hoy en la política colombiana, ha logrado un espacio muy importante en la sociedad colombiana, bajo el lema de Es inocente mientras no se demuestre lo contrario y bajo esta estrategia el mismísimo expresidente Álvaro Uribe sigue adelante con su vida, mientras los procesos son engavetados en las cortes, gracias a la complicidad de fiscales, jueces y magistrados.
Cuando existía la decencia, la ética y la honorabilidad en las personas, no había necesidad de llegar a las cortes, el señalamiento sustentado con pruebas, era más que necesario para que un funcionario público renunciara a su cargo sin esperar que las acciones legales pertinentes tuvieran su transcurso normal.
El fenómeno Petro
Es imposible determinar si Gustavo Petro será un buen gobernante, para muchos su paso por la alcaldía de Bogotá fue desastrosa, pero sus seguidores aseguran que no tuvo el apoyo del Concejo.
¿Por qué su afinidad con gran parte de la población? Algunos piensan que sus ideas populistas de igualdad de oportunidades y estrategias imaginarias son el engaño que muchos reciben en cada discurso del líder de la Colombia Humana, pero igual hacen los partidos tradicionales, entonces ¿Por qué las encuestas lo ponen en la cima? ¿No será que la pésima reputación de los partidos tradicionales tienen cansado al colombiano de a pie que busca una alternativa, así esta se vista de izquierda?
Estamos tan jodidos que cualquier cosa que muestre una alternativa que no esté conectada a los partidos tradicionales, puede tener un efecto positivo que incite a los votantes a la búsqueda de una solución.
