Con una sorpresa para los analistas políticos y las encuestadoras del mundo que vaticinaban casi que un empate, con resultados con diferencia de un punto, o menos, Donald Trump fue elegido como presidente de Estados Unidos con amplia ventaja determinada en los colegios electorales.

Las elecciones de ese país tienen un sistema electoral que funciona con mayorías distintas, para las cuales se tienen en cuenta los Colegios Electorales y no necesariamente la cantidad de votos ciudadanos. El triunfo lo consigue quien obtenga 270 votos de los 538. Al momento de emitir el boletín oficial de las 2:48 p. m. del 6 de noviembre Trump tenía 292, mientras de su rival, Kamala Harris, tenía 224.

Ahora bien, el sistema funciona de la siguiente manera: a cada estado de ese país se le asigna una cierta cantidad de votos electorales, la cual se define por su cantidad de habitantes. California es el estado que más tiene, con 54, Texas le sigue, con 40, y así sucesivamente hasta llegar a Vermont, Wyoming, Alaska, Delaware, South y North Dakota, y Columbia, los cuales cuentan cada uno solamente con 3. Dicho esto, cada candidato es votado en esos estados y aquel que gane recibirá el número de votos que le corresponde al estado. Por ejemplo, quien gane en California sumará 54 votos electorales para alcanzar los 270 necesarios para el triunfo.

De esta manera, con un triunfo en estados claves para la contienda como Carolina del Norte, Georgia, Pensilvania y Wisconsin; Trump, con banderas como la deportación y el nacionalismo, estará de nuevo en la Casa Blanca.

Pero eso no es todo. El Partido Republicano, ala política de Trump, obtuvo también la mayoría en el Senado y en la Cámara, lo que les dará el control tanto del poder ejecutivo, como del legislativo de ese país.

Habib Merheg Marún