Opinión: Mauricio Guzmán Cuevas

Ha sido hasta ahora el Presidente más joven de nuestra historia republicana reciente.

Electo después que su tutor político lo considerara el que más le convenía para gobernar en cuerpo ajeno por su identidad con su pensamiento político, Duque fue demostrando lo poco preparado que estaba para ejercer el cargo.

Su inexperiencia en la relación con el público y de cómo interpretar el anhelo ciudadano le pasó factura desde el principio.

Su partido le eligió como presidente del congreso al menos preparado de sus integrantes y luego conformó un equipo de gobierno cuyo único objetivo era diferenciarse del gobierno anterior y de sus políticas.

Sus colaboradores principales eran improvisados para las carteras que asumieron.

¡¡Qué tal el Mindefensa!! O la Canciller o la Mininterior cuya experticia había sido solo repartir dádivas desde la presidencia. O Carrasquilla experto en triangular los negocios del Estado con los propios y particulares.

El Joven Duque terminó entrenado por quienes jugaban mal y aprendiendo las mañas de la mala política. Joven con vicios de viejos.

También gobernó incorporando a su gestión los amigotes que, como él, no tenían experiencia de gestión pública, más allá de ser unos burócratas. Por eso improvisaron tanto los primeros años.

Les fascinó el poder no para progresar colectivamente sino para un derroche de gasto inútil y mermelada venteada como instrumento para corromper voluntades y conseguir apoyos.  Disfrutaba el poder del cargo, pero no lo dignificaba.

La continuidad en los esfuerzos propios de toda empresa y proyecto de vida exitosos, «construir sobre lo construido», fue ignorada.

Se empezaron a pasar cuentas de cobro a la política de Paz, a la relación con Venezuela y todo lo que oliera al gobierno anterior.

La Paz como objetivo e implementación de acuerdos, desde el 2018, no le interesó dejando al Estado en deuda con quienes confiaron en este esfuerzo.

Se incrementaron las acciones violentas de grupos ilegales en el territorio asesinando a líderes sociales ante la ausencia de autoridad legítima.

En su política internacional se dejó involucrar por la oposición venezolana como el que iba a tumbar a Maduro y a salvar al pueblo venezolano. No le hizo ni cosquillas su convocatoria a bloquearlo internacionalmente, pero si nos tocó adoptar toda la migración venezolana en la miseria total.

Se destaca que en este periodo de gobierno los asaltos al dinero público y la corrupción se multiplicó como nunca en la historia del país.

Que más del 52% de la población se empobreció y crecieron los indicadores de pobreza extrema. Un pobre balance social con la excepción del sector salud.

Coinciden la mayoría de los analistas, que fue prudente, responsable y laborioso para enfrentar la pandemia del coronavirus y podría decirse que fue mundialmente reconocida su labor en momentos de pánico y dolor por tanta muerte, pero también esperanzadora por tantas vidas salvadas.

Pero apenas superaba este desafío el país, empobrecido, desempleado y quebrado, cuando para cerrar la faena, se le ocurrió con su Minhacienda Carrasquilla imponer una Reforma Tributaria a un país herido de muerte.

Del afecto por el gobernante se pasó al odio por una torpeza imperdonable en la lectura que hacían de la realidad del país. La protesta mayúscula sirvió para que la oposición se encaramara a liderar el descontento que terminó vandalizando las ciudades de Colombia y destruyendo los bienes públicos ante la impotencia del gobierno.

Ese episodio sirvió como antesala a las elecciones presidenciales y le sobraron motivos a la gente para buscar «Cambio». Los candidatos que enfilaron la artillería contra el gobierno y el ciudadano los encumbró a la segunda vuelta.

Esta frase caracterizó al verdadero Duque: » De qué me hablas viejo…».

Se encumbró como presidente y no volvió a interpretar el sentir ciudadano. Rodeado de los áulicos y lambones cayó en la trampa que todo poder tiene. Vuelve soberbios a los inexpertos y pequeños. Se endiosan creyéndose omnipotentes y alimentándose de un poder fantasioso y efímero.  Sufren el complejo de Adán y les toca arrancar de cero en casi todo.

La mayoría de los colombianos considera que fue un mal presidente y que entre más rápido termine su gobierno, mejor.

Fue un mal ejemplo para las nuevas generaciones. Y a su generación le cobrarán a futuro este mal desempeño.