POR MAURICIO MARULANDA
Una de las preocupaciones más grandes de los padres de familia es el retorno de los más chiquitos a sus aulas de clases, cuando no están muy claras las condiciones de retorno por parte del Ministerio de Educación.
Independiente de las normas que podamos establecer para prevenir y evitar el contagio, es evidente que será imposible transformar las costumbres de los infantes y limitarlos a una conducta estricta, eso no pasará, en utópico creerlo.
Los niños son seres que requieren de mucho afecto, no sólo por parte de sus familias, sino por el entorno mismo de quienes comparten con ellos. Creer que podemos inculcarles el no compartir alimentos, abrazos o contacto con los demás, sería condenarlos a futuro a ser personas frías, distantes y poco afectivas.
¿Será que producto de esta pandemia
vamos a reprimir a nuestros hijos de
no tener relaciones afectivas en su
primera infancia?
Pero si creen que eso será complicado, se las quiero poner más compleja:
¿Cómo evitar que el adolescente
deje a un lado su emocionalidad
y no bese, acaricie o tenga relaciones
sexuales con su pareja?
Por ahora y producto que estamos en casa con ellos, algunos, no todos, hemos podido controlar esa cercanía entre los adolescentes, pero si creen que esas costumbres van a prevalecer en su ausencia, más vale que comience a rezar y elevar plegarias a la Virgen de Guadalupe, porque no va a pasar. Es incontrolable.
¿Y entonces estamos destinados a morir
por el amor y la necesidad de cariño?
Nos va a tocar enfrentarnos al Covid en su forma más natural, viviendo, siendo lo que hemos sido por milenios y muchos no lo van a lograr y otros crearán sus defensas contra el bicho y lograrán amar, sentir y vivir como Dios manda.
