Editorial Habib Merheg Marún

Por desesperación, motivación religiosa, consumo de drogas o simple bullying el ser humano toma una determinación tan definitiva para su vida y la vida de los que lo rodean.

En la Fundación Pasión por la Vida hemos estado tratando de reconocer los mecanismos que en el ser humano catalizan la decisión de un suicidio y de encontrar caminos de ayuda a todas aquellas personas que sufren este dilema de perderse de una vida que no resulta lúcida y pasar a una opción, donde supone el individuo, cierra el sufrimiento o la agonía.

El contexto emocional en el que se mueve un individuo cuando toma una decisión de estas, está marcado por una influencia abrumadora de su consciente; en ocasiones, en algunos círculos enfermos religiosos, influenciados por una ilusión de una vida después de la muerte mucho más digna y placentera, con la promesa de que se activará la redención de todos los placeres del hombre y se coronará rey de reyes, postran al individuo hasta sentir que es válido el sacrificio de la vida en una sentencia suicida para el logro del propósito de su Dios y su recompensa.

La presión de compañeros y el bullying de los círculos de amigos se han convertido en una razón sin igual en este mundo de la conectividad de todos, en donde los retos toman la fuerza de una causa personal y el límite para demostrar la capacidad de lograr derrotar a mis compañeros es una condición prima para mantener la membresía a esos mismos grupos.

Ahí, en la noche, mientras todos duermen o en el instante más inocente del día; en la soledad de un cuarto, los pequeños herejes de la vida practican sus pruebas frente a la cámara del celular para dejar prueba fáctica de sus logros; ahí se producen las pruebas de asfixias inducidas para ver cuanto aguante tiene cada uno y por supuesto muchos no logran salir del atolladero cuando ya todo está perdido.

¿Cómo entender que esta decisión extrema es producto fundamentalmente, de una Sociedad que no entiende que todos los días como seres humanos estamos más expuestos y menos protegidos?

¿Cómo hacemos entender al mundo que los señalamientos y las reivindicaciones, vengan de donde vengan, se terminan convirtiendo en los instrumentos reales de la muerte?

A ver cómo, entre todos descubrimos maneras más conciliadoras de entendernos, en donde el castigo no sea la desgracia y el aplauso no se dé por la capacidad de retar la muerte.

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