Por Besner Hoyos

Anualmente se fabrican en el mundo más de 100 millones de bicicletas, tres veces más que el número de automóviles, y únicamente en países desarrollados como, Canadá, Alemania China y Holanda, son tomadas en cuenta como medio de transporte, dándoles la misma prioridad en la planeación y el desarrollo de la infraestructura vial que a autobuses y automóviles.

Si en Colombia se tomaran acciones como estas, se aliviarían, en gran parte, importantes problemas que aquejan a nuestras ciudades, como son la contaminación, el tráfico, el estrés, problemas de salud relacionados con sobrepeso y el elevadísimo costo de la infraestructura vial siempre insuficiente.

Si las personas tuvieran la opción de usar la bicicleta con una infraestructura mínima que protegiera a los ciclistas del peligro de los vehículos, seguramente se incrementaría su uso, no únicamente como una actividad recreativa, sino como un medio de transporte alternativo, eficiente, económico, rápido y no contaminante, cuyo requerimiento de obra pública es insignificante.

Un estudio suizo reciente, reveló que un coche que viaja a 40 Km/hr, requiere 3 veces más espacio que uno que viaja a 10 Km./hr; mientras que en un carril reservado a autos particulares utilizado al máximo (con 4 ocupantes por auto) no transporta más que 3 mil personas por hora, sin embargo, en este mismo espacio, reservado para bicicletas pueden transitar más de 30 mil ciclistas.

Y para no confundirnos, es claro que en toda ciudad en crecimiento son necesarias las grandes avenidas, sin embargo, la creación de espacios para medios de transporte alternos, como lo son la bicicleta, la correcta planeación y distribución de estos espacios, ayudará a prevenir problemas futuros, a desahogar congestionamientos y, lo más importante, a brindarle seguridad a los millones de personas que ya utilizan este medio de transporte.

Hay que ser claro que no se trata de crear un carril reservado para que la gente se pasee los domingos en un horario determinado o que un pequeño tramo de una vía sea cerrado para que transiten ciclistas, hay que crear una red de vías alternas y seguras que permita al ciclista trasladarse de un lado al otro de la cuidad sin la presión constante de ser atropellado.

En la actualidad hay más de 20 millones de bicicletas en nuestro país y la mayoría de estos vehículos son utilizados como herramienta de trabajo; y aun así no son tomadas en cuenta por las autoridades de nuestro país. Según un estudio de la Universidad Libre de Colombia, en Bogotá 835.000 personas están utilizando este vehículo para movilizarse, lo que ha llevado a que –por lo menos en la capital– se construyan 410 kilómetros de ciclorrutas (siendo la capital del país la que más vías exclusivas para bicicletas tiene en Latinoamérica). Sin embargo, del 100% de ellas hay 11% que está en malas condiciones. Entonces, ¿cómo es posible que ante tal demanda no existan vías alternas que permitan el libre acceso a los ciclistas y que dichas vías no sean prioridad estatal, departamental y municipal?

No vamos a desconocer que en Colombia hay entidades y programas que están incentivando la utilización de las bicicletas para usos laborales, personales y de turismo. Un ejemplo de ello es el Ministerio de Comercio que puso a disposición de las personas que viajan dentro del país (nacionales y extranjeros) un total de 38 rutas para recorrerlas en bicicleta. La iniciativa tiene como fin impulsar el bici turismo en el país y permitir a los turistas descubrir montañas, costas, sabanas y extensas llanuras sobre dos ruedas en las bicirrutas que están distribuidas en 18 departamentos.

Cabe recordar que hace unos tres años Bogotá fue escogida por el Foro Mundial de la Bicicleta como la ciudad que mejor funciona alrededor de la bicicleta en toda Latinoamérica. En ese momento, se contabilizaron 611.472 viajes en bicicleta por día y 392 kilómetros de ciclorrutas (de los 2.513 kilómetros de todo el continente). En la actualidad, se venden bicicletas nuevas desde los $500.000 en almacenes de cadena, hasta de $5 millones o más en las tiendas especializadas –en donde se venden productos de lujo e importados–. Pero el tema no debe quedar en unas cifras alentadoras que se muestran nostálgicamente, el proceso debe ser constante y de crecimiento exponencial.

La bicicleta no solo es el invento más longevo de la historia contemporánea, es también el medio de transporte más civilizado de todos, dado que no contamina, no ocupa mucho lugar y contribuye con nuestra salud.

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Cuando un automóvil está circulando afecta, no sólo a las personas que respiran los contaminantes que produce el vehículo, sino también al conductor. Estudios realizados han demostrado que la batalla cotidiana contra el tráfico aumenta la presión arterial, disminuye la tolerancia, provoca frustración, mal humor y agresividad.

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Uno más de los múltiples estudios realizados en torno al uso de la bicicleta, demuestra que en países en «vías de desarrollo», los accidentes de autos son la segunda causa de muerte, solo superada por las enfermedades intestinales.

Así las cosas, el beneficio para la infraestructura, el medio ambiente, la economía, la salud y el bienestar general, son obvios y demostrados científicamente. La pregunta es ¿Por qué no nos decidimos todos a cambiar viejos paradigmas del transporte?

Director: Habib Merheg Marún