Miles de colombianos se quedaron esperando el domingo en la noche la final del reality Master Cheff para saber quién sería el ganador. Pero en su lugar, el canal presentó un programa sobre el mismo tema, pero no la final esperada. Un relleno.

El lunes, frente a la pantalla de sus televisores, la ansiedad se convirtió en disgusto porque esa noche el canal tampoco permitió saber quién era el ganador.

No es la primera vez, y no será la última, que los dos canales privados mueven sus programas, incumplen los horarios o extienden tal o cual programa a su capricho y sin importarles el televidente.

Es tan evidente el asunto que desde hace años el sistema para dar a conocer cuándo empieza determinado programa no acude al muy conocido reloj sino que se anuncia que el programa empieza “después de…”, es decir, a la hora que el canal quiera y por motivos que el televidente nunca conoce.

Trucos como ponerse de acuerdo entre los dos (RCN y Caracol), para que los bloques de comerciales inicien exactamente de modo sincronizado, muestran que el irrespeto a los usuarios solo es superado por la ignorancia de quienes piensan que siguen solos en el mercado y que no comparten la cajita mágica con decenas y decenas de señales hacia donde los usuarios han migrado pues encuentran allí mejores opciones y menos maltrato.

Lo más grave es que parece que no aprenden pues desde hace tiempo mantienen prácticas parecidas mientras ven que tanto los televidentes como la escasa pauta publicitaria, se van yendo hacia los canales internacionales que llegan por cable, hacia las plataformas y hasta a las redes sociales.

Al maltrato hay que sumarle, entre otras, la perversa forma en que introducen comerciales dentro de los partidos de fútbol, el exceso de cuñas que en cada bloque pueden superar los 12 minutos y el cambio de horario de programas o la desaparición de estos.

Habib Merheg Marún