En un país como el nuestro, existen miles, sino millones de personas que ven en el caso de Aída Merlano, a una inocente mujer que ha sido usada por las mafias políticas para lograr infringir la ley y favorecerlos a ellos. Pero las cosas no son así, toca evaluar con objetividad el caso de una mujer hermosa que, gracias a su belleza logró escalar posiciones en la política local, hasta llegar al Senado. No es tan pobrecita e inocente como las personas piensan.
Por eso, Brieva advierte en su columna que “se necesita […] que la sociedad eleve los estándares de rechazo a la compraventa del voto”, y eso implica “confrontar la elasticidad moral que ha ganado terreno en Colombia y que se ha expresado en las muestras de solidaridad con Merlano, a quien muchos ven como la ‘pobrecita que clavaron, mientras montones de políticos bandidos compran votos’”.
“Pues no”, dice, enfático, el columnista. “Merlano, como cualquier político hampón, merece repudio y castigo por la compra de votos”, y recuerda que la hoy prófuga comenzó su “carrera delictiva” en los “escuadrones de mochileros y mochileras”, que son esas estructuras al servicio de los políticos encargadas de preparar el terreno para la compra y venta de votos en época de elecciones.
Esos mochileros “han depravado la democracia”, lamenta Brieva, y agrega que fueron creados por “los agentes más envilecidos de los partidos políticos […] para ganar las elecciones y usufructuar el presupuesto y la burocracia del poder público”.
Con todo, Brieva coincide con Gloria H. y con Durán en la idea de que Merlano, “administrando bien su belleza y su habilidad trepadora, logró ser diputada, representante y senadora y, de paso, acumuló un significativo patrimonio. Nada mal para una mujer que nació en un entorno social sin abolengos”.
A la victimización de Merlano contribuye la desproporcionada acción de la Fiscalía contra su hija, Aída Victoria Merlano Manzaneda, que a la postre dio con la decisión de la juez de dejarla en libertad.
Director: Habib Merheg Marún