En plena guerra comercial entre ambas superpotencias, toda la atención de la feria recayó sobre Huawei, el líder global de las telecomunicaciones al que Trump ha vetado por sospechar que podría espiar para el autoritario régimen de Pekín. «Estamos en el centro de la tormenta», reconoció en un debate sobre el 5G Lu Yong, vicepresidente de la compañía en China.

A su juicio, «EE.UU. se ha dado cuenta de que, al igual que la electricidad en sus orígenes, esta tecnología se ha convertido en un elemento de estrategia nacional porque no solo traerá mayor velocidad y conectividad, sino una auténtica revolución social». A pesar de las dificultades que entraña el veto, que prohíbe a Google, Intel, Qualcomm y otras firmas tecnológicas estadounidenses seguir suministrando sus programas y aplicaciones a Huawei, aseguró que «estamos preparados porque hemos invertido 2.000 millones de dólares (1.784 millones de euros) en el 5G desde hace diez años».

Entre las medidas a tomar, confirmó que Huawei ha desarrollado un sistema operativo propio para sus móviles, llamado Hongmeng, que ya está siendo probado y sustituirá al Android de Google, que dejará de proporcionarle su software cuando dentro de tres meses acabe la moratoria de adaptación concedida por la Casa Blanca.

Como si fuera la electricidad en el siglo XIX, el 5G promete cambiar el mundo. Al igual que hicieron el primer motor de vapor de Watt en 1769, el primer generador eléctrico de Siemens en 1866 y el primer ordenador Eniac en 1946, esta nueva tecnología de internet traerá otra Revolución Industrial, la cuarta ya, que modificará una vez más nuestro modo de vida.

Esa fue la predicción con que comenzó ayer la Exposición Internacional de «Big Data» de Guiyang, que reúne hasta el miércoles a más de 400 empresas tecnológicas y decenas de expertos y políticos en esta ciudad del sur de China, capital de la provincia de Guizhou. Aunque se trata de una de las regiones más atrasadas del país, en los últimos años ha vivido un notable crecimiento económico al atraer a numerosas firmas tecnológicas que han instalado sus bases de datos entre sus húmedas montañas para mantener convenientemente refrigerados sus gigantescos servidores informáticos. Así se aprecia en los futuristas rascacielos que emergen entre los frondosos montes del «Valle de los Datos» de China, que se ha propuesto hacerle la competencia al Silicon Valley de Estados Unidos.

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