En todas las redes sociales se ha especulado mucho sobre un cartel del coronavirus que busca reportar ingresos a hospitales y muertes NO RELACIONADAS AL VIRUS con el objetivo de cobrar cerca de 30 millones de pesos que asigna el gobierno para dichos casos.

Su nombre era John Alexander Salas Obezo, estudiante de séptimo semestre de licenciatura en educación física de la Universidad San Buenaventura y residente del barrio El Pozón. Allí vivía con su mamá, sus hermanos y dos sobrinos. Sin embargo, según relata su hermana Lauren Patricia Salas, la muerte del joven, contrario a lo que registró el INS, no fue por coronavirus. Asevera que en la tercera y última prueba que le realizaron, según indican los documentos, el joven ya estaba libre de COVID-19.

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“Nunca entendimos por qué lo seguían tratando como un paciente COVID-19, si él ya se había recuperado. Mi hermano fallece el día 2 de junio, complicado por tres bacterias que adquirió en la UCI”, afirmó Lauren.

La familia de John Alexander, descendiente de San Basilio de Palenque, aún no se explica como el joven pudo haber adquirido el virus. Sin embargo, el 28 de abril, tras llevar una semana vomitando y sintiéndose mal, su familia decidió llevarlo al centro de salud de El Pozón.

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“Allá no le hicieron nada, luego fuimos a la Clínica Madre Bernarda, donde nos dijeron que no estaban atendiendo casos de coronavirus y por eso llegamos a la Clínica Crecer. Allí dijeron que los síntomas que él tenía ameritaban era una clínica de baja complejidad y lo devolvieron a la casa. Pero al día siguiente John Alexander amaneció con un fuerte dolor en el pecho, así que lo volvimos a llevar. Ese día fue hospitalizado”, narra su hermana.

La primera prueba de coronavirus que le realizaron a John Alexander y que resultó positiva se la aplicaron el 29 de abril, día en que también le hicieron una placa de tórax y los médicos notaron que sus pulmones tenían un estado crítico, por lo que fue directamente enviado a UCI.

El 30 de abril lo trasladaron a Gestión Salud en San Fernando, pero allá no lo recibieron, así que ingresó a la Clínica Estrios. Los primeros quince días fueron difíciles, los doctores no nos daban esperanza de vida y decían que nos preparáramos para lo peor”, cuenta Lauren.

Al tiempo que ella y los demás miembros de su familia se encontraban aislados mientras esperaban los resultados de sus propias pruebas, que luego resultaron negativas, los días pasaron y con el tiempo los reportes telefónicos sobre la salud de John Alexander fueron más alentadores.

Quince días después del ingreso de mi hermano, los doctores nos decían que él estaba mejorando radiológica y paraclínicamente. Luego le hicieron dos pruebas más (con siete días de diferencia entre cada una) y ambas salieron negativas. Nosotros entonces no entendemos por qué no lo movieron de la sala de pacientes COVID-19”, comenta la familiar.

El 20 de mayo, a John Alexander le autorizaron una traqueostomía, con la cual incluso tenía posibilidades de regresar a casa. Sin embargo, el anestesiólogo nunca llegó para realizar el procedimiento.

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Siempre nos dieron excusas diferentes, que el médico no tenía tiempo, que no tenían los implementos, que no habían cuadrado agenda… en fin. Nosotros después nos preocupamos porque él ya llevaba muchos días intubado y teníamos miedo de que eso le hiciera daño, así que fuimos el 27 de mayo a reclamar”.

Según Lauren Patricia Salas, ese día el médico intensivista les dijo que ya la operación no podía realizarse porque los tiempos de coagulación se habían prolongado. “Para ese tiempo mi hermano ya se había vuelto a complicar, tenía un germen en la tráquea porque no estaba respirando bien y también tuvo una grave infección en los riñones, que no tenía antes. Solo hasta el 28 de mayo lo trasladaron a la UCI de los pacientes que no tenían coronavirus, pero ya él estaba grave”.

El 2 de junio a las 5:30 de la mañana, bajo ese panorama en que ya aparentemente no se podía hacer algo por John Alexander, el joven falleció. “Lo que más me duele es que el anestesiólogo no haya podido llegar y que no sepamos exactamente por qué. Necesitamos una respuesta. No sabemos si la traqueostomía lo pudo haber salvado, pero si se la hubieran hecho al menos tendríamos la certeza”, dice Lauren, quien añade que le informaron muy tarde de las bacterias que adquirió en la clínica.

Todavía no lo podemos asimilar. John Alexander era un hombre joven, atlético y con muchas ganas de vivir. Sus padres se encuentran devastados, no tienen fuerzas. Es entrar al cuarto y no verlo, pensar que jamás nos volveremos a ver, pensar que jamás nos volverá a decir que nos ama”, lamenta su familiar.

La última vez que hablaron con John Alexander fue hace más de un mes. Fue el 29 de abril, cuando ingresó caminando y con una sonrisa a la Clínica Crecer, pese al fuerte dolor en el pecho que lo aquejaba.

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El primero de junio, un día antes de fallecer, lo visitaron. A pesar de que John Alexander no podía pronunciar palabra alguna, sus familiares le hablaban y él movía sus ojos, quizás como señal de un último “te amo” o un “hasta pronto”, el cual se cumpliría al día siguiente, cuando finalmente partió.

¿Qué dijó la clínica?

‘El Universal’ se comunicó con la clínica Estrios, que al ser consultada por el caso respondió lo siguiente:

Efectivamente el joven Salas ingresó a nuestra clínica remitido de otras instituciones prestadoras de servicio de salud con un cuadro de falla respiratoria, positivo para COVID-19, por lo que en Estrios recibió manejo con base en los lineamientos del Ministerio de Salud y Protección Social. El paciente presentó complicaciones secundarias a la infección por SARS-COV-2 haciéndose diagnóstico de COVID-19 con identificación del virus, el cual a pesar de tener posteriormente dos pruebas negativas, el haber contraído la enfermedad en su momento, dejó secuelas pulmonares por el virus, las cuales están descritas en la literatura mundial y nacional, las que a su vez, imposibilitaron la realización de algunos procedimientos que requería el paciente. Y quien lamentablemente fallece a pesar de los esfuerzos realizados por el personal institucional. Ahora bien, es de anotar que a pesar de que este infortunado deceso ya es un hecho público por las diversas declaraciones de sus familiares en distintos medios, no es posible revelar más datos de la historia clínica habida cuenta que es un documento privado sometido a reserva que sólo puede ser revelado por orden judicial según la resolución 1995”.

Director: Habib Merheg Marún