Estaban muertos ya porque estar encarcelado en Colombia es como morirse todos los días, a todas horas. Perder la libertad ya es una pena, pero ir a parar a una cárcel colombiana es una condena insufrible sin importar si el juez habló de algunos meses o muchos años. Eso si es que el juez habló porque hay una inmensa cantidad que están presos sin que la justicia les defina la vida. Eso no importa.

Tras la primera muerte que trae perder la libertad, viene la segunda muerte al saberse en manos de un sistema carcelario absolutamente colapsado y con su capacidad desbordada desde hace decenios. Eso no importa, tampoco.

La tercera muerte puede venir de cualquier parte: una puñalada en un baño, un suicidio, cualquier infección mal tratada, una remisión para un manicomio porque “no aguantó…”. Las causas tampoco importan.

O un incendio que de una buena vez se lleve 30, 40, 51 personas achicharradas dentro de sus jaulas “porque es mejor que se quemen a que se nos vuelen” como podría pensar alguno de los encargados de mantener a esos muertos, bien muertos.

Si cuando respiraban no le importaban a nadie, ahora menos. Ya pasó el instante de la noticia escandalosa, ya las “autoridades se pronunciaron”, ya se anunció “la investigación exhaustiva”, ya se supo que la cárcel “no tenía sistema contra incendios…”. Solo les queda a los medios seguir raspando la olla de la tragedia metiendo la mano en la herida de la familia de aquel que estaba recién trasladado o de aquel que ya iba a salir o de aquel otro…

Lo que acaba de pasar en Tuluá es un poco lo que pasa con la miseria, el despojo, el clasismo, el racismo que abundan en este país. Una indiferencia insultante.

Los grandes canales transmiten 3 horas del matrimonio de una princesa lejana o la posesión de un cura argentino venido a más, pero no transmiten la entrega del Informe de la Comisión de la Verdad.

Si son pobres, negros, desplazados, aindiados o si están presos, este país insiste en hacer con ellos lo que cierto excandidato presidencial dijo que hacía con una ley que le estorbaba. Eso tampoco importa.

Habib Merheg Marún