Por Mauricio Marulanda

Ante un gobierno que genera desconfianza, temor y odio por sus altos índices de corrupción, el anuncio de una marcha o una protesta en contra del Estado, es el argumento perfecto para intimidar a la población, generar miedos a la protesta y en ese escenario, lo fácil es sacar a la fuerza pública para convertir una protesta pacífica, en una confrontación traumática, en donde los únicos afectados son los ingenuos jóvenes, que dispuestos a elevar sus voces de inconformidad, terminan golpeados y azotados injustamente por las autoridades, que disfrutan a plenitud agredir a los manifestantes.

La marcha de Medellín fue pacífica, así lo pueden corroborar las decenas de vídeos subidos a las redes sociales desde los celulares, pero eso no era aceptable para el gobierno, incluso para la misma alcaldía, quien da la orden de lanzar a las calles a la policía montada, para incitar a los marchantes.

Un grupo de policías encima de unos caballos inmensos y entrenados para pasar por encima de los protestantes se convirtieron en la mecha perfecta. Los policías hicieron lo suyo, acosaron a los marchantes, los intimidaron al punto que no hubo otra opción que lanzar la primera piedra y esa era la justificación perfecta para iniciar el ataque contra todos, de manera indiscriminada.

LA VIOLENCIA QUE TAPA LA CORRUPCIÓN

Es evidente que el gobierno Duque intenta, bajo todo recurso, esconder los escándalos de corrupción. El temor es evidente, se está hundiendo el gobierno y la venda de los ojos deja ver la realidad.

El descaro de la Fiscalía General de la nación, que inculpa a los policías que destaparon las chuzadas de la Ñeñepolítica, que ponen al descubierto la compra de votos en la costa Atlántica por parte de la campaña de Iván Duque.

Los escándalos por parte del gobierno no cesan, cada día vemos con decepción toda la corrupción del gobierno y la manera como el gobierno de Duque intenta esconder la realidad, para evitar la caída del imperio del Uribismo.

El gobierno Duque intenta tapar todos los escándalos y seguir el juego absurdo de la frase trillada, todo ocurre a mis espaldas, defendiendo a capa y espada, a los funcionarios corruptos de su administración. ¿Dónde queda la moralidad del gobierno Duque? Llegamos a ese tope de la corrupción, en donde es mejor para Álvaro Uribe ejercer presión autoritaria ante las denuncias, que exponerse a una revolución social.