Por Mao Escribidor
No pienso repetir lo que muchos medios hoy están publicando, no quiero extasiarme con elogios por Lucas Villa que se los merece todos, como persona, como amigo de quienes dan fe de su alegría y su vida rodeada de paz y esperanza.
Hoy quiero ir un poco más allá, en ese panorama nacional en donde los jóvenes de hoy ven la realidad desde una perspectiva distinta a mi generación, para ellos, que fueron calificados de vivir en burbujas de cristal, al demostrado tener mucha más responsabilidad que mi generación, a la que le metieron el 4×1000, el aumento del IVA, reformas políticas, reformas a la salud y reformas a la salud, que deterioraron el bienestar de la sociedad colombiana.
Hoy, vivimos una realidad en donde los jóvenes planean un futuro distinto al que los viejos caciques nos quieren mantener sumisos e inmersos en pensamientos de otrora. Estos muchachos abandonaron la resignación, inyectaron esperanza y coraje en busca de ese futuro que es de ellos y sus futuros hijos.
Los procesos de revolución social, sin que por ellos se interprete la revolución como un acto comunista, tienen un componente universal, el confrontamiento entre generaciones, el confrontamiento de ideologías que a su paso, dejan cuerpos inertes sobre la calle sucia de una manifestación, gotas de sangre de inocentes, lágrimas de amigos, familiares y compañeros de lucha que no se dejan intimidar y siguen adelante con su causa, sin olvidar a aquellos que durante la revolución se convierten en víctimas de la resistencia política que domina al país.
Se han ido varios guerreros de la vida, de la esperanza, de la lucha por una Colombia mejor, no serán los últimos, pero serán recordados con amor, con admiración, pero ante todo, con respeto.
Desde esta columna, elevo mi voz para mantener a Dilan, a Lucas y todos los que dejaron huella en su lucha social para ofrecer un mejor país, un país en donde cabemos todos en igualdad de oportunidades.