En los últimos cinco años han sido atropellados al menos 220 ejemplares en las carreteras de la Orinoquía y el Caribe. De no tomarse medidas concretas en los próximos años los osos hormigueros se extinguirán irremediablemente.

“Los osos hormigueros no son tan “vendedores” como los pumas o los jaguares, pero su desaparición es algo que nos debería preocupar a todos”, afirma César Rojano cuando le preguntan por qué decidió trabajar por la conservación de estos animales. Según él, que trabaja como coordinador de biodiversidad en la Fundación Cunaguaro, cumplen funciones biológicas que no solo son importantes para el equilibrio de los ecosistemas en los que viven, sino para los seres humanos cuyas actividades económicas también dependen de los servicios que ofrecen esos lugares.

Los osos hormigueros habitan principalmente en los parches de bosque seco que aún subsisten en el Caribe y en las extensas sabanas de la Orinoquía colombiana. Su presencia es fundamental como controlador de insectos, pues en una sola noche pueden llegar a comer 30.000 hormigas y termitas. “Cuando retiras una especie que tiene un control tan fuerte sobre esa población, esta comienza a crecer y a ejercer presión sobre los cultivos de arroz y de palma y sobre la infraestructura de los campesinos”, explica Rojano.

Además, los osos son presas de los grandes felinos como el jaguar, el puma y el tigrillo. Cuando aquellos faltan, estos comienzan a depredar otras especies. Y en ese contexto el ganado pasa a ser el plato predilecto. Por esas razones la supervivencia del oso hormiguero es fundamental, un hecho que se está viendo amenazado por la creciente cifra de atropellamientos en las carreteras de estas regiones.

Según Rojano, desde 2012, cuando comenzaron un monitoreo de esta situación, al menos 220 osos hormigueros han muerto atropellados*. El año pasado, tan solo dentro del Parque Natural Salamanca se registraron 5 individuos arrollados por semana. Y en Casanare, entre 2013 y 2015, en un tramo de 80 kilómetros la tasa de atropellamiento fue de cuatro ejemplares por semana. Esta situación, sumada a la baja tasa reproductiva de estos animales que es de una cría al año, ha llevado a que, por ejemplo, el oso palmero esté catalogado en el Libro Rojo de la Biodiversidad como vulnerable: en los últimos años se perdió entre el 30 y el 50 por ciento de la población por causas que todavía están vigentes.

Detrás de los atropellamientos hay dos causas principales. La primera la falta de educación ambiental de los conductores. “Hay gente que le gusta atropellar fauna, les genera un morbo todo extraño. Con estas personas estamos realizando una campaña que se llama Yo protejo los hormigueros en la que tratamos de que entiendan que eso es un problema, no una diversión, y por eso les pedimos que conduzcan con cuidado en la noche, que atiendan las señales que indican el paso de animales por la vía y también que reporten cuando encuentren animales atropellados en la vía a través de dos aplicaciones que se llaman Recosfa y Tayra”, dice Rojano.

No obstante, el punto más álgido de esta problemática es que no se incluyen estos componentes ambientales en la planificación de la infraestructura del país. Las carreteras no están adaptadas a la biodiversidad colombiana. Por ejemplo la marginal de la selva se construyó sobre la transición del piedemonte a la sabana. “Yo creo que no debería ir por ahí, pero aun así debieron buscar la forma para que los animales que la cruzan pudieran hacerlo de forma segura”.

En ese sentido, Rojano y la Fundación Cunaguaro buscan incidir políticamente en las entidades encargadas de este tema para que involucren esta variable en sus diseños y obras. “En las carreteras que ya están construidas es imposible lograrlo porque ya no hay plata, por eso el objetivo es que las que se están haciendo o las que vienen contemplen pasos de fauna en los lugares que se necesite”.

Hasta ahora han logrado algunos contactos con el Ministerio de Ambiente, la Agencia Nacional de Infraestructura y con la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) para visibilizar el tema. Sin embargo, los resultados no son alentadores. “Se han dado algunas señales, hay buenas voluntades, pero no hay medidas concretas”, dice Rojano, quien espera que con la masificación de la campaña los tomadores de decisiones entiendan la importancia del tema y que ellos tienen la responsabilidad de solucionarlo. “Si no lo hacen a la vuelta de 10 o 15 años los osos hormigueros se van a extinguir irremediablemente”, advierte Rojano.