OPINIÓN: JAIME OREJARENA GARCÍA

Hay un meme donde aparece un aviso a través del cual una mujer busca una empleada para el servicio doméstico. “No importa que no sepa aplanchar, ni lavar, ni sacudir, ni cocinar, ¡pero que obedezca…!” dice enfática la solicitud.

Sea real o sea chiste el aviso, lo cierto es que hay patronas así: lo que exigen es que sus empleadas del servicio doméstico obedezcan y punto. O que “hagan caso” para ponerlo en los términos eufemísticos que tanto gustan hoy. Hay patronas y patrones así, como hay personas dispuestas a complacerlos renunciando a su dignidad y al respeto propio, por plata o por poder. Unos renuncian a ser empleados para pasar a ser sirvientes y los otros retroceden de jefes a domadores.

En política criolla los ejemplos alrededor del expresidente condenado a 12 años de cárcel, son bien dicientes. Luego de hacerse reelegir comprando el voto de Yidis y de Teodolindo (en mi dictadura ninguna persona con nombres como esos podrá ser congresista…), y de que la Corte le negara su tercer tiempo (luego que superara él la “encrucijada en el alma”, frasecita con la que carameleó a la opinión cada vez que le preguntaban si le interesaba volverse a elegir), terminó postulando a Juan Manuel Santos con la esperanza de que continuara con sus ideas, pero una vez elegido, éste empezó a hacer nombramientos que produjeron la ira del hoy preso porque, según él, no le gustaban.

Se olvidó que el presidente ya no era él y emprendió una campaña contra Santos que aún no acaba. Acuñó el término “traidor” y se lo colgó como una lapa mientras el coro de sus fanáticos lo repetía en todo momento: “traidor” y no simplemente “traicionero”.

No obedeció al “patrón” y cayó en desgracia con él. Pero Santos continuó gobernando, se hizo reelegir y terminó su mandato con un premio Nobel debajo del brazo. Siempre sin responder a golpes los golpes que le mandaban. Aún hoy, le sigue sacando la piedra al preso y cuando éste lo manda al infierno, le responde con esa tranquilidad que le hace rabiar más y más. Puro rencor por no obedecer.

Luego vino Duque. Puesto directamente por el dueño de su partido, obediente y servicial lo adoró y lo adorará por los siglos de los siglos. Hizo lo que el “patrón” le ordenó y, como todos sus adoradores, aun sin recibir órdenes, cumplió y cumple sus deseos. El “gordo marica” -como lo llamó su copartidaria Mafe Cabal-, pasó por la presidencia sin mayores dificultados porque, como en el aviso, no sabía lavar ni aplanchar, pero obedeció y aunque lo hizo tan mal que sin su colaboración involuntaria hubiera sido difícil que ganara Petro, hoy se pavonea por el mundo como orgulloso ex que obedeció.

¿Y para 2026, quién? Al dueño del Ubérrimo y del Centro Democrático se le fueron juntando candidatos y candidatas algunos con más opciones que otros. Pero como se trata no solo de tener opciones sino de obedecer, la tenía difícil: ¿le obedecería Cabal que aparte de llamar “gordo marica” a Duque llamó “hijueputas”, “ineptos” y “ladrones” a los de su partido? ¿Será confiable Paloma Valencia? Llegado el momento, ¿la Vicky le obedecerá más a él que al banquero a quien se debe?

Si el preso fuera quien puso el aviso buscando la empleada obediente y sumisa, Miguel Uribe llenaba los requerimientos para el cargo: algo así como un cruce entre Duque y Pastrana. Pinta agradable para los de “marketing”, nivel de adoración a toda prueba, cero resultados para enseñar y demostrada incapacidad para el cargo.

La diatriba leída en el funeral de Uribe Turbay por el mensajero del Centro Democrático, refleja más que dolor por el muerto, rabia porque lo dejaron sin candidato obediente. Tendrá que barajar nuevamente y, la verdad, hay muchas hojas de vida de gente que no sabe hacer el oficio, pero pocos dispuestos a obedecer tanto.

OPINIÓN: JAIME OREJARENA GARCÍA