Opinión: Mauricio Guzmán Cuevas

A propósito de la agresión que propinó un padre de familia en un centro comercial a una pareja gay que porque estaban invadiendo el espacio de sus hijos con actitudes obscenas , me ha llamado a reflexionar y a preguntarme?

¿Tenía razón el padre preocupado porque sus hijos menores vieran esas escenas? ¿La pareja gay debía escoger un sitio aislado para expresar sus afectos? ¿ La policía obró bien imponiéndoles un comparendo?

Creo que sobre esta situación todavía en nuestra sociedad estamos muy divididos. Sobre todo, porque para muchos lo que no aceptan de la conducta humana prefieren prohibirlo y castigarlo. Si el hijo un día les anuncia que es gay, se indignan, lo desconocen y como mínimo lo echan de la casa.

Recuerdo cuando siendo muy joven, mi papá me oía llorar porque no me dejaba ir a jugar dónde Juan Pablo mi amigo y le refunfuñaba a mi mamá: » allá anda Mauricio llorando porque tiene sentimientos femeninos». Para muchos padres el llanto en un hombre era mal síntoma de su masculinidad. ¿Se podrán imaginar, lo que le daba a mi padre encontrarse con una pareja gay? Molestia como mínimo. Pues bien, afortunadamente la sociedad ya no es tan morronga, ni tan hipócrita, como para discriminar al ser humano por su orientación sexual; o por su color de piel; o por su fe. Al menos las leyes así lo establecen.

Lo que tenemos que entender como padres es que nuestra tarea principal en el mundo de hoy, no es ocultar a nuestros hijos las opciones de vida que tienen, sino estimular aquellas que creamos los hagan más felices y sanos. Estará en ellos escoger libremente su opción y nosotros apoyarlos. Y la sociedad respetarla.