Opinión: Eutimio Mejía Soto

En el contexto de las relaciones socioambientales se encuentran dos corrientes antagónicas que falsamente se presentan como visiones complementarias. La primera corriente que se puede denominar verde claro corresponde a la usurpación del lenguaje ecológico por parte de la economía de mercado al servicio exclusivo del crecimiento económico y la acumulación monetaria, concepción que se encuentra anclada en el paradigma del consumismo y el derroche. Esta visión está asociada con la sostenibilidad (débil) que tiene como propósito defender el desarrollo económico clásico medido en términos de Producto Interno Bruto y de indicadores de corte monetario; expresan compromisos de responsabilidad ambiental y social pero dicha narrativa es sólo un velo para encubrir sus verdaderos intereses de consolidación de la riqueza económico. A esta corriente pertenecen las propuestas del desarrollo sostenible, la economía verde, la economía circular, los objetivos del desarrollo sostenible y las certificaciones en responsabilidad ambiental y social entre otras metodologías, que usurpan los relatos ambientales para ocultar sus verdaderos propósitos económico-financieros.


La segunda corriente está representada por múltiples visiones que pueden ser identificadas como las propuestas verde oscuro, las cuales están asociadas a la sustentabilidad, son biocéntricas porque ubican en el núcleo de atención y conservación a la vida en todas sus formas y manifestaciones; reconocen la condición finita y limitada de la naturaleza y sus elementos, declaran el respeto a las leyes y la sabiduría de la naturaleza, por tanto, consideran que los sistemas sociales deben respetar y acatar los límites y condiciones naturales. Afirman que no es posible un crecimiento económico infinito soportado en la extracción y el saqueo a la Madre Tierra que es finita y limitada. Ante el grito de la naturaleza expresado en términos de cambio climático, degradación y agotamiento de las condiciones naturales básicas como resultado de la acción humana, se debe actuar de manera firme e inmediata, la crisis no permite cambios lentos en las prácticas de producción y consumo, la gradualidad es un pretexto de quienes pretenden continuar con las prácticas de la economía tradicional, que ha llevado al planeta a un estado límite para garantizar la calidad y dignidad de vida, de la generación presente y de riesgo para el mantenimiento de la vida de la futuras generaciones.


La corriente verde oscuro o de sustentabilidad es representada por las propuestas de la bioeconomía (real) de Nicolas Georgecu-Roegen, la economía ecológica de Joan Martínez Alier, José Manuel Naredo, Herman Daly, Oscar Carpintero, Jord Roca, Federico Aguilera entre otros. También pertenece a esta línea la teoría del decrecimiento de Serge Latouche, las teorías del postdesarrollo de Arturo Escobar, de la decolonialidad y las epistemologías del sur, sin dejar de lado las diferentes versiones de la ecología política de Eduardo Gudynas y los enfoques eco-integradores. Abordar estas líneas de pensamiento precisa aceptar que un mundo diferente al de la economía neoclásica, neoliberal y financiarizada es posible. Pero también implica estar atentos ante las falsas corrientes ambientalistas que se distinguen fácilmente porque promueven prácticas que simulan cambios, pero únicamente en apariencia, cambios no reales para poder garantizar la continuidad del modelo de crecimiento, consumo, derroche y desarrollo impuesto por las agencias financieras internacionales y los grupos de poder local. El cambio debe ser real, o cambio no habrá.