Opinión: Kico Becerra
2022 comienza con mi gran propósito y, como lo he hecho desde hace 45 años, este año vuelvo a comenzar una estricta dieta, para que me entre la ropa que me regalarón en navidad.
Me he propuesto, nuevamente, dejar las harinas, los pandeyucas, los pandebonos, las tortas, los buñuelos, las mogollas, rosquillas de arroz y las achiras del camino.
Comenzaré mis días pidiendo se aparten de mi vida los chicharrones, las empanadas,las marranitas, los chorizos, las tostadas de plátano, los fritos, como las tajadas de plátano maduro y los aborrajados.
Alejaré de mi existencia el arroz atollado, el arroz con camarones, las lasañas 7 quesos, las quesadillas, los tacos mejicanos, los frijoles con garra, el ajiaco y el puto sancocho de gallina.
No probaré el manjarblanco, el bocadillo, el dulce de tres leches, las cocadas, los helados, las brevas con queso, el arroz con leche, el flan de caramelo, ni la cuajada con melao.
Lo único que nunca he prometido dejar de comer los primeros de enero son las cucas y las arepas; decir que no las comeré sería mentir con descaro.
Debo también confesar que mis promesas de dietas duran máximo hasta el 10 de enero, cuando tengo mi primer recaída con una canasta de padebonos con Cocacola. De ahí en adelante, por culpa de mi obligación de dejar la fuerza de voluntad casi intacta como herencia a mis hijos, he tenido que cambiar de talla cada década de mi vida.
Les he contado esto para que no vayan a prometer hacer dieta en enero. Háganlo en febrero donde, después de pagar los gastos de diciembre, no encontrarán ni sobrados de comida en la nevera; dieta obligatoria que llaman.
Ñapa: ¿Conocen alguna familia que no haya tenido COVID-19 cercano?
Ñapita: Prometo que el próximo 1o. de enero del 2023, si aún no he desencarnado, comenzaré otra vez dieta; mientras seré un susurrero carnudito (CAR no COR).
