Opinión: Kico Becerra

Me están convenciendo que me estoy volviendo viejo y yo que me siento tan muchachón.

Con este embeleco de las redes sociales todo el mundo se da cuenta de que cumples años y te lo refriegan con todo tipo de mensajes:

«Que maravilla llegar a tu edad aún con lucidez». «Que Dios te conserve unos añitos más».
«Pensé que tenías más años».
«Estás igualito, un poco gordo y calvísimo».
«Afortunadamente conservas el humor, porque de lo físico no te quedó nada».
«Casi no te conozco, te saqué por lo culichupado y barrigón».
«Te veo lleno de vida».

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A todos esos alentadores mensajes se agregan frases tales como: «salude al abuelito». «denle el asiento al abuelo».

Y la más discriminatoria, ofensiva y lacerante : «Cómo está de bien ¿Se acuerda de mí?. Joder, como quien dice, debería estar más achacado y, por supuesto, tengo demencia senil y no me acuerdo de esa preguntona.

Dejen pasar al cucho. Esa frase si me emputa. ¿Cuál cucho? «Vos, viejo lindo», me contesta una muchachona buenona, con el convencimiento de que soy inofensivo del ombligo para abajo.

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Cuando trato de camuflarme y no me meto a la fila preferencial para veteranos, no falta el sapo que me coge del brazo y me lleva al lado de los viejos.

El éxtasis llega cuando voy a reunión de compañeros de colegio o de universidad y veo llegar una horda de viejitos preguntándome ¿y vos quién sos?

Mi preocupación se agranda cuando pienso que mis amigos me pueden estar viendo como yo los estoy viendo a ellos; tan viejos.

Ñapa: Gracias por los estimulantes mensajes de cumpleaños. Me los merezco por joderlos con mis susurros.

¡Tranquilos, ustedes también llegarán!

Ñapita : no les hablo de PARO por no chicanear.

Director:  Habib Merheg Marún