Por MAURICIO MARULANDA
Durante diez años ahorró cada peso que podía poner en el banco, con el sueño de abrir su propio negocio, finalmente y a sus 40 años de edad, se lanza al mundo de la gastronomía y abre su restaurante de comida mexicana.

Viajó a México y compró un menaje de artículos decorativos, alusivos a la cultura mexicana, trajo algunas muestras de tequilas y la fórmula para hacer una deliciosas margaritas.

Duró metido en dos cocinas mexicanas, a las cuales les pagó para aprender todos los secretos de las recetas mexicanas, buscando traer a Colombia, los mejores tacos, burritos, enchiladas y hasta pizza mexicana.
En sus dos primeros años de apertura, logró cautivar a muchos bogotanos con sus deleites mexicanos. El negocio iba viento en popa.
Gracias al éxito de su negocio, pudo dar la cuota inicial de un apartamento de $300 millones de pesos, nada del otro mundo, 72 mts, cuadrados en un barrio estrato III de la capital y logró meterse en la deuda de una camioneta usada para transportar las remesas que compraba en Corabastos.

Un día llegó el coronavirus y tocó cerrar obligatoriamente su negocio. Dario (omito su apellido) tiene responsabilidad con 11 empleados,a quienes reunió y les propuso pagar las obligaciones de ley, pero su equipo lo animaron para seguir y promocionar la venta a domicilios.
Lo intentaron por un mes y fue un fracaso total, con el agravante que ahora debía más dinero por concepto de nómina y productos comprados que se perdieron con el paso de los días.

Pero las cosas se complicaron cuando el alquiler del negocio ($4 millones mensuales), los servicios públicos ($2 millones mensuales), los acreedores de productos ($5 millones mensuales), se suman al atraso de pagos de la cuota de su apartamento y la cuota de la camioneta y el pago de dos tarjetas de crédito, que en resumen suman cerca de $6 millones mensuales.
Su restaurante dejaba una utilidad de casi $8 millones mensuales, que le permitía pagar sus gastos de $6 millones y ahorrar dos millones mensuales. En dos años pudo ahorrar cerca de $32 millones, que al verse obligado a cerrar y después de pagar a sus empleados y los acreedores, sólo quedó con $8 millones que ya se fueron destinados a los pagos personales.

Con voz entrecortada y bajando la mirada, Dario sigue la entrevista.
«Ya empecé a vender el menaje, las sillas, las mesas, incluso todo la batería de cocina y escasamente me ofrecieron el 30% del valor de compra – se limpia las lágrimas de sus ojos y continúa – para el gobierno soy clase media, un supuesto emprendedor que a punta de esfuerzo y sacrificio logró sacar adelante su negocio … y de pronto ya no tienes nada, ni siquiera para hacer una hijueputa remesa para mi casa … – se llena de valor para continuar – para este gobierno no aplico por estrato, no puedo recibir beneficios … simplemente NO EXISTO para el sistema, pero eso sí, ya llegó la demanda del propietario del local, ya llegó el formato para pagar impuestos y me doy cuenta que, así como estoy yo, están muchos. Los famosos préstamos a pequeños empresarios fue una farsa, fui al banco le expliqué al gerente y la respuesta fue contundente: Si no hay garantías no podemos ayudarlo».
Dario tiene un hijo de 9 años, una esposa que laboraba con él en su propio negocio, ya vendieron la camioneta, pero sólo recibieron $5 millones, después de haber pagado más de $11 millones, porque el comprador debia asumir la deuda adquirida.

«Todo esto duele, pero lo más triste es saber que hay alcaldes y gobernadores robándose las ayudas mientras otros estamos sin con qué comprar un mercado para la familia … Si después de esta crisis los colombianos no hacemos algo para cambiar la corrupción en este país, lo mejor sería irse de aquí a buscar oportunidad en otra parte».
Dario agradece a sus suegros que han sido quienes se han encargado de los gastos básicos de la familia.
¿Cuántas familias más de la
famosa Clase Media están
afrontando esta situación?
Director: Habib Merheg Marún