Murió Maradona. Y no por Covid. Los fanáticos de su “iglesia” deben estar esperando la resurrección o que se le aparezca a algún “discípulo” en Corrientes a pedirle fuego pues heridas en sus manos no quedaron para mostrar, a pesar del calvario en el que su genio lo mantuvo.

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Maradona murió famoso y murió en su ley. Una fama tan polémica que no dejó de sorprender que el gobierno argentino decretara tres días de duelo nacional a su ciudadano que fue tan popular por sus gambetas como por sus escándalos.

Un genio que surgió de la miseria, escaló hasta la cumbre gracias a sus poderosos pies pero a la vez cavó su fosa a edad temprana gracias a los vacíos de su cabeza.

Si al momento de su muerte era drogadicto o alcohólico, qué más da eso hoy. Miradas como enfermedades y no como simples vicios, a ellas no se llega simplemente por no usar correctamente un tapabocas o por olvidarse de usar un condón en el momento indicado.

Drogadictos comparten sangre y dosis

Aun con las excepciones que confirman la regla, los valores y hábitos de la niñez y los que se cultivan toda la vida, son los que permiten al adulto enfrentar la vida manteniendo la esperanza, entendida como la confianza en alcanzar los objetivos, en que siempre se puede mejorar, en que nada malo es para siempre, en que toda escalera hacia abajo tiene límite pero hacia arriba puede ser infinita.

Por motivos de orden social o económico, de educación o condiciones políticas, nuestra sociedad creció susceptible a ser infectada por el virus de la desesperanza, virus que no mata rápido, no hace doler el cuerpo pero puede llevarla a una postración que la retrasa y le abre las puertas a mundos de perversas tentaciones, de ruinosos vicios, de falsos salvadores de tono dictatorial o de creadores del optimismo irracional que son casi tan dañinos como la desesperanza.

Un estudio revela que sonreír mientras te vacunan reduce el dolor del  pinchazo hasta un 40%

Vacúnese usted contra ese mal. Vacune a los suyos, promueva más soluciones que problemas, invite a buscar salidas en lugar de a cerrar puertas y botar las llaves, cultive la esperanza, salga a la cancha de la cotidianidad con la firme convicción que sin importar el resultado del partido de hoy, habrá un mañana para la revancha sin necesidad de meter goles con la mano ni autogoles en su vida. Como Maradona.

Director: Habib Merheg Marún