Opinión: Kico Becerra
¿Qué decir para no acrecentar los odios y la violencia en medio de esta guerra que estamos viviendo?
Pedir sensatez a las partes es un canto a la bandera; cada una está atrincherada y no está dispuesta a ceder. Estamos al frente de un diálogo de sordos; ninguno escucha, solo habla, exige y amenaza.
Intentar una negociación en medio de la confrontación fue la fórmula que funcionó en el proceso de paz, hecho trizas por este gobierno. Hacer eso ahora podría funcionar, pero, a cargo de centenares de muertos; luego, no es lo ideal.
Negociar con el bloqueo indefinido, como exige el comité de paro y el retiro total de la fuerza pública, es una claudicación a favor de los vándalos, que están quemando las ciudades. Sin embargo, si se pacta que eso se haga, por uno o dos días para negociar, podría ser una fórmula que costaría el incendio de algunas edificaciones y, sin duda, otros muertos, al dejar a los ciudadanos que se defiendan como puedan, mientras se dialoga.
Levantar los bloqueos permanentes, permitiendo marchas y concentraciones, con el compromiso de no vandalizar las ciudades a cambio de guardar el SMAT, mientras se dialoga, suena bastante razonable. ¿Se puede comprometer el comité de paro a que no vandalicen y quemen las ciudades? Dirán que esa no es responsabilidad de ellos, que el gobierno debe garantizar la tranquilidad. ¿Sin policías, se puede cumplir esa obligación?
Hacer, como se hace en las confrontaciones en otras latitudes, una tregua entre las partes, mientras se negocia y, nombrar una comisión de clérigos y organizaciones respetables por las partes, cómo garantes de la tregua, podría ser la salida a esta sin salida.
El diálogo debe hacerse desprovisto de vanidades y puntos de honor; pensando hacia adelante y no anclados en lo que pasó. Ya los del paro han conseguido las tres primeras exigencias del origen del paro: Se cayeron la reforma tributaria y la reforma a la salud y, se obtuvo educación gratuita a los jóvenes de estratos 1, 2 y 3; de encima, tumbaron a Carrasquilla y al Dr. Cebollas; como quien dice, el partido va 5 a O a favor de ellos, sin haberse sentado al diálogo. ¿No será ese un buen incentivo para sentarse a conversar sin condicionamientos?
El gobierno permitió que esto se le saliera de las manos y debe aceptar que la protesta es producto del gran descontento nacional que hay, por las condiciones de desesperanza social, desigualdad y corrupción generalizada, que no es culpa exclusiva de este gobierno, pero que, sin duda, la pandemia y su obsesión de echarle culpa al anterior gobierno, lo acrecentó.
Hay que aceptar que se requiere una Asamblea Constituyente, para modificar la estructura caduca del Estado. Lo pedido por los manifestantes no lo puede hacer el gobierno, dentro del régimen constitucional actual. Pasar la policía al Ministerio del Interior, requiere una reforma constitucional. Reducir el Congreso, modificar la justicia y cadena perpetua para los corruptos, también necesita una reforma a la Constitución.
Además, el gobierno debe invitar, cuanto antes, a la veeduría internacional, para que vea lo que está pasando. Debe enviarles, si es necesario, el avión presidencial para traerlos. No hacerlo incrementa su desprestigio internacional; cada día que se demore en venir esa comisión juega en contra de Duque.
Lo que deben entender las partes es que esta situación juega en contra de ellos. Hay, sin duda, un cansancio generalizado por los bloqueos y los desmanes, eso desnaturaliza la protesta. Por el lado del gobierno, cada muerto en esta fratricida lucha, lo lleva a quedar como incapaz y genocida. La respuesta a esto puede terminar siendo la búsqueda de una salida con un personaje distinto a Uribe o Petro y, las extremas, se quedarían sin la soga y sin la ternera.