Por: Jaime Orejarena García
Habrá observado que la agria realidad nacional se debate entre los principios sin principios de un señor que “nunca ha mentido” y los de otro señor que “nunca ha portado un arma”.
Para lograr el objetivo, debe, primero, gobernarse durante 8 años con mano firme y corazón grande, otros 8 con un traidor, para luego recuperar el poder con un tipazo bonachón, propenso al colesterol, con capacidades histriónicas y de universidad goda. Si se llama Iván y jamás ha hecho nada que indique que es digno y apropiado para el cargo, mejor. Como el gerente de EPM que acaba de renunciar y duró 6 días en el cargo. Igual pero sin renuncia.
Sigamos. El sujeto en cuestión deberá, con frecuencia sostenida en sus 4 años, darle la razón al enviado del demonio. La referencia es al exguerrillero, no al que nunca ha dicho una mentira. Deberá hablar en su campaña sobre menos impuestos y mejores salarios y a la primera oportunidad, digamos, al otro día de su posesión, olvidar lo que dijo y si le preguntan responder con desprecio: “¿De qué me hablas, viejo…?” como cuando le preguntaron por el prestigioso ganadero -alma bendita-, que pareciera haber vivido rodeado de bandidos. Murió sin saberlo.
De forma similar deberá en su campaña asegurar que no hará fracking y, una vez gobernando (bueno, gobernando, lo que se dice gobernando…), despacharse con varios proyectos que disfrazará de “exploratorios”.
Poner de ministro de defensa al hermano mayor del personaje de Monopolio, es muy importante. Solo él podrá afirmar que la inseguridad en determinado sector se debe a que la gente pone a secar la ropa en los patios y los ladrones se la llevan. Deberá ser tan poco apto que pueda hacer inaugurar la figura de la moción de censura.
Llevar saludos de parte de un “presidente eterno”, visitar un centro policial disfrazado de policía precisamente días después que estos dispararan contra civiles y asegurar que un presidente del vecindario “tiene las horas contadas”, son tres actos irrenunciables para alcanzar el objetivo.
Deberá implorarse (si es a la virgen de Chiquinquirá, mejor), que suceda un desastre natural, digamos, en el caribe y que una isla quede totalmente destruida para ir hasta allá y ofrecer que en 100 días estaría lista la reconstrucción. Inaplazable será la visita luego para, montado en cuatrimoto cual turista “todo incluido”, recorrer las ruinas y calcular que será mejor decir que ese tiempo empieza en enero. Y si cumplidos esos 100 días no ha pasado nada, distraer con anuncios fuertes como que por decisión propia escogió su juez en caso que lo entutelen o firmar el decreto para bañar con glifosato los cultivos de la mata que mata (lo que mata es el “perico”, deberá aclarar también de la manera mas confusa posible).
No debe olvidarse que la flota de aviones al servicio de la presidencia, también pueden servir para celebrar los cumpleaños de las hijas del sujeto a quien se le ha encargado la misión de escoger al sucesor. Y si su amiguis logra por los grandes méritos de su infancia, ser nombrado Fiscal, podrá también usar los aviones para ir a trabajar San Andrés. Si es en puente y lleva a la familia, demostrará que le gusta ahorrar combustible y que antes de ser funcionario público es padre de familia. No es necesario que dicho lo anterior suene el himno nacional.
Como dijo El Flechas, “familia que roba unida, permanece unida” y en ese sentido las pulcras manos de toda la familia del escogido para la misión, deberán mantenerse ídem. Si a su señora esposa se le ocurre publicar un libro con sus memorias (de ella, claro), a cargo del presupuesto público, ella deberá negarlo ojalá con tono que comunique que le falta poco para ser bendita. Hasta el siguiente sábado que Noticias Uno la haga quedar como un zapato.
Muy conveniente será contar con una vicepresidenta que no sirva para nada como casi todos los que ocupan tan alto y costoso cargo. Pero es indispensable que hable y hable y hable hasta cuando se le aparezca un Fantasma.
La tarea puede contar con la suerte que ocurra una pandemia durante la misma. Si eso se da, deberá parapetarse tras ella el actor elegido para, entre otras cosas, inventarse un programa diario de televisión y un noticiero en la red pública. Ambos deberán costar miles de millones y no servir para nada. Excepto para anunciar maravillas inexistentes como planes de vacunación, sin vacunas. Y para mostrar con frecuencia los éxitos del ministro de salud. Deberá estimularse, que se publiquen los videos de cuando el señor era viceministro y aseguraba que el glifosato era una porquería.
Importante es contar como asesor de comunicaciones con un tipo mechudo al que le importe un carajo haber escrito trinos condenando en el pasado lo que apoyará una vez nombrado. Deberá tener aptitudes especiales para los eufemismos de manera que a las masacres se les diga “homicidios colectivos” y las reformas tributarias con otra frase igual de insultante.
Proponer e impulsar para jefe de la Procuraduría a su ministra de justicia, ayudará y mucho sobretodo si ella al aceptar el cargo habla de “nuestro gobierno”.
No debe olvidarse que el sujeto a quien se pretende subir a la presidencia, causa rechazo en casi la mitad de la población y por tanto la tarea se hace más exigente y da licencia para el uso de armas de destrucción masiva como una reforma a la salud o una reforma tributaria que deberá contener cortinas de humo como gravar el café y verdaderas cargas de profundidad como ponerle impuesto a los combustibles.
Deberá contemplarse la visita amistosa y desinteresada de los hijos del que nunca ha mentido a la casa presidencial y decir que los reciben por ser amigos y ciudadanos preocupados. Si a estas alturas la población no está desesperada por votar por Petro, se demostrará que Duque ni para Jefe de Debate de su opositor sirvió.
Cada semana o, máximo, cada dos, debe producirse un hecho escandaloso, ridículo, ofensivo, mentiroso, denigrante o insultante, como ha sucedido hasta hoy, para que solo sea necesario que el señor Petro venga a posesionarse.
Para cerrar con broche de oro, el día de la posesión debe llover y no debe faltar una policía que le sostenga el paraguas a la señora que no quiso escribir sus memorias.