Lleva 70 años de reinado. Enterró a su marido de 98 años hace poco. Su hijo mayor y sucesor del trono, se hizo viejo esperando su turno. Y tan solo el martes lució bien en la ceremonia en que la daba el “visto bueno” a la nueva primera ministra Liz Truss.
Pero las alarmas sonaron en su residencia de descanso en Balmoral, en Escocia, cuando repentinamente decidió ausentarse de un consejo de ministros que se realizaba de forma virtual. Algo raro en una persona que casi nunca dejó de cumplir sus misiones reales.
Decenas de presidentes que han pasado a saludarla ya no están vivos. Muchos primeros ministros subieron y bajaron mientras ella se mantenía impasible al mando de su regio imperio. Nada parecía afectar a la reina: ni las locuras de su sucesor que escogió por esposa a alguien del vulgo, la afamada Lady Di, ni la de su nieto que, por el mismo camino, se casó con una plebeya de piel muy oscura para su gusto y aficionada a las artes poco regias de la actuación. Nada la inmutaba.
Por eso la noticia que difundió el canal oficial británico BBC ha llamado tanto la atención: “La reina Isabel II, bajo supervisión médica en su residencia de Balmoral y la familia real viaja para estar con ella”, dice el titular de su versión web.
Al parecer, la reina Isabel también se enferma.