OPINIÓN: KICO BECERRA

A raíz del cambio del aparato del celular por obsoleto, tuve varias dolorosas sensaciones que, revivieron tristes momentos de mi existencia.

Al bajar de la nube (cosa mágica), mis contactos se me duplicaron varias veces y debí hacer un borrón de los repetidos; asunto por demás engorroso y nada rápido. «Poco amistoso» se dice de ese dispendioso manual procedimiento.

La dura situación la viví cuando empecé a encontrar los móviles de tantos amigos y familiares que, ya se fueron de este mundo; qué dolor produce borrar para siempre sus nombres de nuestras agendas; reviví sus caras y algunos momentos compartidos, recordé sus sonrisas, sus anécdotas, incluso nuestras desavenencias; todo eso, en unos segundos, antes de hundir la tecla de borrar contacto.

Amigos de la infancia, de adolescencia, compañeros de universidad, pintores de todo tipo de brochas, profesores, alumnos, expresidentes, plomeros, músicos, tíos, familiares muy cercanos; todos ellos desaparecidos para siempre y vueltos a sepultar, a través de mi dedo puesto en suprimir o borrar.

Pensé que, así es la vida, nunca sabremos cuándo se nos borrará de la existencia material; no importa nuestra edad o condición humana, somos tan finitos como un contacto en un celular.

Estaba en esos pensamientos cuando encontré los 5 celulares que tenía de un personaje y amigo, el inolvidable Carlos Puentes, quien, de vez en cuando, llamaba y me preguntaba si tenía el celular de algún fulano; al contestar que sí lo tenía, él repostaba: «Borralo, se murió».

Nunca pensé que esa gracia, típica de Carlos, fuera a ser tan dolorosa, como tener que desaparecerlo reiteradamente de mi agenda.

Otra experiencia que saqué de esta operación, de reconstruir los teléfonos del celular, fue la necesidad y el compromiso, de contactar a los amigos y familiares, mientras están vivos y no tener la tristeza de tenerlos que borrar, con el arrepentimiento de haber dejado pasar el tiempo sin saber de ellos.

Ñapa: «Qué poco nos atrevemos para lo corta que es la vida».

Ñapita : «Haz lo que sientas, no estamos aquí para siempre».