El presidente Petro anunció desde Portugal en medio de su visita de hace algunas semanas, que la cadena de tiendas Ara –cuya sede central está en ese país-, abriría más de 200 sedes nuevas en Colombia y esta semana, anunció que esa cadena de supermercados rebajaría los precios de más de 200 productos. Al revelarlo, pidió en su Twitter a las demás cadenas que hicieran lo mismo. Efectivamente, ante tal cuña publicitaria protagonizada tal vez sin querer por el propio presidente de la república, Éxito, Olímpica y otras procedieron a anunciar que también rebajarían los precios.
Aun faltando por saber qué tan efectivos serán esos descuentos, a qué productos se aplicarán y por cuánto tiempo, sería mezquino no alegrarse con una noticia que todos los bolsillos siempre esperan, pero…
El esquema empresarial en esta parte del mundo es simple: uno como empresario trabaja con costos, impuestos y utilidad. Los segundos, los impuestos, no pueden ni deben evitarse, es decir, en la ecuación siempre están y, con muy pocas excepciones, pueden disminuirse.
Quedan los costos y la utilidad. En ambos, uno, como empresario, se la juega buscando que los primeros sean bajos y la segunda alta.
Disminuir costos cada día es un asunto más complejo porque es casi imposible hacerlo sin que la calidad del producto final sea afectada. Ahí radica el éxito como empresario: cómo produzco un buen producto por un buen precio que sea competitivo en un mercado cada vez más exigente. Pueden hacerse muchas cosas como comprar grandes volúmenes de materia prima y así conseguir algún descuento, ser audaz en el manejo financiero, estar al día en las tendencias y ser un profundo conocedor de su clientela.
Queda el otro componente de la ecuación: la utilidad. Sin ella no hay riqueza, no hay crecimiento, no hay fondos que permitan invertir en otras actividades. La utilidad hace honor al viejo refrán: ni tanto que queme al santo ni poco que no lo alumbre. Ni tanta que encarezca demasiado mi producto y lo vuelva poco competitivo, ni tan poca que me lleve a la ruina.
Ahí radica mi “pero”. ¿Cómo, de un momento a otro van a rebajar los precios? ¿Cuál de los tres factores sacrificarán?
Porque si, como se dice, las rebajas llegarán hasta un 50%, ese valor debe salir de alguna parte. Si es de los costos, grave. Si es de los impuestos, peor. Y si es de la utilidad, ¿se convirtieron en casas de beneficencia o nos estaban asaltando con niveles de ganancia escandalosos?
Ese milagro presidencial es, sin duda, una buena noticia. Las dudas respecto a de dónde saldrán esos descuentos es lo que me deja con malas sensaciones.