Luis Quiñones subió al cuadrilátero con la esperanza puesta en ganar el combate y continuar así su carrera hacia el boxeo profesional que le permitiera vivir de su pasión. Pero un mal golpe recibido a solo 30 segundos del final de un combate, lo mandó a la lona, de ahí a la Unidad de Cuidados Intensivos y, luego de 5 días de lucha con la muerte, esta última le ganó la pelea.
Su hermano Leonardo publicó en mensaje en redes confirmando el fallecimiento del boxeador: “Te nos adelantaste, mi hermano del alma; ahora estás en el regazo de tu padre celestial, al que tú adorabas y servías. Te amo, mi hermano Luis Quiñones, por siempre y para siempre en nuestros corazones».
La muerte de Quiñones sirve para reabrir por enésima vez la polémica respecto a las condiciones en que se desarrolla el boxeo y al peligro de muerte o de lesiones cerebrales a las que se someten sus practicantes. Algunas medidas se han tomado en los últimos años como la reducción de 15 a 12 asaltos, la presencia y autoridad de médicos en los combates que pueden revisar en cualquier momento el estado de los boxeadores y, si lo consideran, suspender la pelea, pero la esencia de la actividad radica precisamente en los golpes y mientras la contundencia de estos no se minimice con medidas como la del casco protector usada en la rama aficionada, casos como el de Quiñones seguirán presentándose.