Opinión: Kico Becerra
Humberto Pava Camelo se nos ha ido y, con él, la esencia de la leal amistad que encarnó. Podría decir que era un apasionado irredento por lealtad en la amistad.
Fue un padre excelente, pendiente y orgulloso de sus hijos, a quienes les inculcó su vocación por el trabajo. Con Pilar Hung conformó un hogar donde se conjugaron los verbos solidaridad, admirar, amar, creer y trabajar.
Su fe en el Zarco de Galilea era absoluta, la promovía contra viento y marea. Hasta nuestra última charla, cuando ya estaba hospitalizado a causa del maldito Covid-19, me dijo que ponía en sus manos la decisión de seguir o no en esta vida terrenal.
Humberto fue pasional en todas las acciones de su vida. En las causas políticas se apasionaba tanto que, sacrificaba cualquier cálculo, para sacar su causa adelante, por eso no ejerció la política, la padeció.
Fue un comunicador social de vocación, más que de profesión. Tenía el afán de comunicar lo que pasaba y lo que él sentía, al ver los acontecimientos. Se desbordaba cuando tenía que transmitir las injusticias sociales, por eso, muchas veces hasta lloraba ante la realidad de los hechos.
Hace 20 años me llamó a invitarme a participar en Supernoticias del Valle, como analista político. Me dijo tajantemente: «Puede decir lo que quiera, inclusive cuando no estemos de acuerdo». Así ha sido siempre; de hecho, muchas veces, en decisiones políticas locales, casi nunca estuvimos de acuerdo, lo que jamás lesionó nuestra amistad.
Tengo un inmenso dolor en el alma con su partida; se me va otro entrañable amigo para el más allá; comparto la orfandad con su familia.
Mi querido Humberto: El vacío que hoy dejas, se llena con la evocación de tu memoria, de tus anécdotas y, de tu inmensa y generosa amistad. Nos consuela saber que estás con tus padres, a los cuales siempre honraste y, con tu hijo, que tanto añoraste.
Hasta pronto, comandante.