Opinión: Kico Becerra
Después de estos 2 meses de acuartelamiento debo confesar que me estoy sintiendo “atembado», como decían antes.
Este colombianismo que es sinónimo de atolondrado es el preciso para describir muchas de las cosas que estamos viviendo.
Atembados estamos todos al ver cómo, a pesar de las medidas, siguen subiendo los contagiados y se ve mucha gente en la calle, como si no pasara nada.
Atembado parece el gobierno que, abrumado por la pandemia, debe ir tomando medidas a la topa tolondra, muchas de ellas contradictorias; por un lado decreta encierro y por otro abre las puertas presionado por la economía.
Tembo es el funcionario que le hizo firmar al presidente el contrato millonario para mejorar su imagen; ya la había mejorado simplemente saliendo a diario en TV.
Atembado quien dio la orden a los militares para que chuzaran a periodistas y políticos.
So tembos los que se inventaron la disculpa de que las 3 lanchas artilladas llegaron a Venezuela porque estaban mal amarradas. Esa disculpa no la cree ni un tembo.
Temba la familia de Varón Cotrino que tenía esclavizada la mucama.
Tembo el vecino que, a todo volumen, vuelve a escuchar los goles del mundial de fútbol, que pasan todos los días los atembados comentaristas deportivos.
Cada familia tiene su tembo que es el que saca al perro, abre la puerta a los domicilios y va a la tienda a comprar un caldo Maggui.
Lo más grave de este estado general de atembamiento es que hay mucho funcionario vivaracho sacando su mordida en todo. Por eso se dice que los Colombianos somos tembos para hacer nudos de amarrar lanchas y con mucha viveza para la corrupción.
Ñapa: La única diferencia entre un tembo y un zoquete es el tono y la malicia como se diga. De ahí mi nuevo refrán:
«En país de tembos y zoquetes el corrupto es rey».
Director: Habib Merheg Marún