OPINIÓN: JAIME OREJARENA GARCÍA
Si la delincuencia desorganizada (la organizada fue votada el domingo pasado…), se enterara de mi fortuna, me preocuparía.
En un país donde el vendedor de tinto en un carrito debe pagarle al delincuente una suma diaria para poder trabajar en las calles y así intentar no morir de hambre, es un verdadero riesgo que los bandidos se den cuenta del estrato que ocupo.
En esta bella patria donde un ciudadano del común recibe varias llamadas al día de números desconocidos que dejan mensajes sospechosos, es mejor que solo la DIAN se entere de cuánto circula en mis cuentas bancarias.
En este lugar adorable donde uno abre Facebook y encuentra tantas ofertas laborales que son un tumbis, mejor mantener mi bajo perfil.
En este terruño adorado en que en cualquier momento timbra el celular y del otro lado habla un desconocido haciéndose pasar por un familiar accidentado o por un policía de tránsito que propone un “acuerdo” para que a un hijo no lo arresten por alguna infracción inexistente, es más saludable hacer todo lo posible por pasar desapercibido.
En este amable punto de la Tierra en el cual las cárceles son verdaderos centros de emprendimiento digital cuyos residentes han establecido precarios pero eficientísimos centros de interrelación telefónica móvil de cobertura nacional desde donde gestionan variados métodos de estafa y extorsión, vale más ser un NN para todo.
Aquí, donde sobreviven unas guerrillas que nadie quiere, que ya no sirven para nada, que no llegarán jamás al poder, pero siguen con el cuento, lo saludable es confundirse entre la mayoría y ser uno más.
En este vecindario en el cual al que cambia de moto a carro lo gradúan de traqueto (muchas veces con razón), y donde a aquella que se pone tetas no la bajan de puta o de tener mozo (muchas veces con razón, también), prefiero no figurar.
Por tanto, aclaro que mi hijo no es Luis Díaz, no juega en Europa, ni se gana 1.400 millones de pesos mensuales.
Que, si lo fuera, esperaría que me tuviera un carro blindado, con alguna seguridad o, mejor, viviendo fuera de este peligroso platanal sin remedio en el que, si la delincuencia desorganizada se entera de mi fortuna, a lo mejor hacen una vaca para ayudarme porque, como dijo algún genio, ¡quién tuviera la plata que yo debo…!
P/D: Tampoco tengo nada qué ver con Wilmar Roldán, el escogido para pitar la final de la Libertadores en Río de Janeiro al cual exhibieron en todos los medios y lo graduaron de multimillonario por lo que se va a ganar con su trabajo como árbitro en ese partido.