OPINIÓN: Mauricio Guzmán Cuevas
A propósito de las dificultades que atraviesa hoy el planeta por la falta de equidad, o por las guerras que hoy persisten y sus efectos económicos y sociales, es útil repasar que en muchas ocasiones nos hemos encontrado en las mismas circunstancias y que por lo general las hemos superado. Unas más rápido, otras más lentamente. Las crisis económicas, las éticas, las institucionales, las pandemias y así todas nuestras angustias han desatado paradójicamente oportunidades de corrección social que nos han favorecido cualitativamente a la larga.
Ha sido común el temor de la mayoría de los habitantes de los pueblos subdesarrollados del mundo defender como buena la costumbre de privilegiar la estabilidad de familias numerosas que dependen de un núcleo patriarcal sólido.
Otras en el atraso refugiadas en las creencias religiosas que se entregan a la guía de quienes dicen tener comunicación con los dioses y por tanto solo ellos pueden acordar el destino social y procurar su felicidad de acuerdo a la sumisión que practiquen.
Los hay también pueblos cuyos integrantes viven en la miseria y atraso inexplicable que no aceptan darse la oportunidad del desarrollo por el temor a sufrir un cambio indeseable o perder lo que ellos consideran una vida normal sin sobresaltos.
No es raro encontrarse con comunidades resignadas a sufrir la opresión con tal de no correr el riesgo de una desilusión o frustración pues no confían en sus compañeros, ni siquiera en ellos mismos. Prevalecen los disociadores y nadie se atreve a llevarles la contraria.
Al buscar respuestas que expliquen esta conducta negativa lo sorprende a uno encontrarse con estas perlas:
«Es mejor malo conocido que bueno por conocer».
¿Qué tal este miedo a cambiar? ¿O que explicará semejante resignación?
¿Será cierto que todos venimos con nuestro destino trazado y que al intentar cambiarlo puede empeorar?
¿Acaso los pueblos que hoy admiramos por su calidad de vida, progreso y bienestar fueron bendecidos desde las alturas y otros condenados?
«Cría cuervos y te sacarán los ojos»…
¿Será cierto que enseñar a otros a valerse por sí mismos, ser independientes, autónomos y solventes, los hace volverse contra sus progenitores, maestros, instituciones o pareja?
¿La convivencia, la solidaridad, el respeto, la lealtad, etc. son cualidades de seres humanos sometidos y temerosos?
«El hombre es un lobo para el hombre».
¿Será que, por naturaleza e instinto, la supervivencia nos arroja a vivir en disputa?
¿El poder de la Razón no logrará controlar la codicia de la humanidad y alejarnos de la barbarie?
Pues bien creo que a pocos escapa que el progreso humano, aunque ha pagado su cuota de dolor en lágrimas, sangre y hasta en muerte, ha sido el fruto de personas que no se resignaron ante las carencias y creyeron su obligación mejorar su calidad de vida.
Igual empoderaron a sus familias para buscar la tierra prometida y acceder al conocimiento que les permitiera ser mejores personas que sus antepasados.
Más allá de los desquiciados que el poder de las armas y sus ambiciones los transforma en falsos mesías, las naciones han logrado contener la voracidad del poder y evitar que el débil sucumba ante los poderosos.
Colombia ha logrado superar muchas crisis en su reacomodo político, social y económico durante los años de vida republicana.
Hoy somos una nación más madura y con vasta experiencia y resiliencia; por eso no dudo que tendremos la serenidad para cambiar lo que nos impide crecer logrando mayor equidad.
Será obligación en esta hora de tanta ansiedad por los cambios reconocer logros que funcionan y garantizar su continuidad. Torpe sería desde todo punto de vista un gobierno que cree que la historia premia a los que emulan a Nerón «destruyendo a Roma». Lo construido hasta ahora y que beneficia a todos lo vamos a defender con razón y valerosamente.
No existe esfuerzo humano sin error y sin limitaciones.
También tantos problemas como los que padecemos nos obligan a cambiar aprovechando las oportunidades que diariamente desperdiciamos.
Debemos insistir en no deteriorar la confianza nacional cediéndole el paso a la improvisación, el derroche verbal y la inseguridad jurídica.
El momento mundial y nacional exigen caminar hacia las soluciones dando pasos continuos y firmes. No a la loca ni careando innecesariamente a quienes están llenos de temores. Una fiera arrinconada ataca ferozmente con consecuencias impredecibles.