Por: Habib Merheg
Sin duda uno de los factores que impiden al ser humano perdonar, es el rencor. En el amor, en los negocios, en la vida del vecindario, en política, en guerras, en post guerras. El rencor se anida perversamente en el alma y desde sus más profundas oscuridades va intoxicando a quien lo padece el cual, irónicamente, cree que con él se alimenta cuando la realidad es que lo envenena.
Pasa con las personas y con las sociedades sin distingo de educación, grado de desarrollo, idioma o ubicación geográfica. El rencor pareciera ser inherente a su naturaleza e infortunadamente todavía hoy se ven nerones incendiando romas para culpar a cristianos, aunque con un poco más de sutileza.
La familia del rencor está compuesta por miembros de verdadera peligrosidad, quizá mayor que el rencor mismo. Su hermana, la venganza, lo anima para que no se olvide la ofensa que lo motivó y a diario le ofrece la revancha como la esperanza que le aliviará todo el mal sufrido. Mala consejera y pésimo remedio.
Mas allá de si el motivo para sentirse ofendido es real, ficticio, exagerado o de menor o de mayor importancia si se mira objetivamente, el rencor anula y quien lo padece se revictimiza al llevar consigo esas cadenas de las cuales se niega a desprenderse.
En Acuerdo de Paz firmado entre el estado que representó en su momento Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, permitió conocer hasta dónde Colombia está enferma de rencor y qué sectores sociales e incluso qué personas, se niegan a tratarse con la única medicina existente: el perdón.
El contraste y para bien, cientos de víctimas del conflicto han manifestado públicamente su apoyo al proceso de paz al tiempo que insisten en que no se olviden las ruindades de la guerra como fórmula para curar el rencor en sus almas, de la sociedad.
Gracias al Acuerdo, 13.000 combatientes dejaron de serlo. Quitarle esa cantidad de guerreros a un conflicto debería ser suficiente para que desde ahora los candidatos presidenciales mostraran sus cartas y saber claramente qué harían con el acuerdo actual si llegan a la presidencia y qué van a hacer con los demás grupos armados, entre ellos, el ELN que según los medios se atribuyó el miserable atentando contra policías en Cali.
Los 5 años del Acuerdo celebrados en diciembre significaron 5 años sin FARC poniendo bombas, 5 años sin generar mas rencores. Lo de Cali y lo de Arauca debe ser un llamado a buscar la paz y no a insistir en la guerra que lenta pero seguramente, nos va envenenando a punta de rencor.