POR MAURICIO MARULANDA
El 7 de Agosto de 2002 se posesionó el presidente Álvaro Uribe Vélez tras una votación asombrosa, en donde todo Colombia depositó su confianza en el hombre de corta estatura y carácter fuerte, que prometió enfrentar y acabar con los grupos insurgentes del país, que por aquella época dominaban el negocio del secuestro y extorsión en las principales carreteras del Colombia.
Desde entonces, Uribe le entregó al ejército un poder absoluto, a cambio de resultados en su lucha contra la guerrilla. Lo importante era dar resultados y demostrar que el objetivo de acabar con las FARC era la prioridad.
Desde aquel entonces, los abusos por parte del ejército se volvieron una constante, los militares tenían el respaldo del gobierno, a cambio de resultados. Los FALSOS POSITIVOS se convirtieron en el diario vivir de las comunidades del campo, miles de campesinos asesinados y convertidos en falsos guerrilleros, mientras el gobierno de Uribe, orgulloso de los resultados, copaba los titulares de los medios en Colombia y el mundo.
Los abusos contra indígenas, negritudes
y campesinos no son de ahora, siempre
estuvieron ahí, escondidos en las
investigaciones que nunca salieron a
los noticiarios nacionales, eso se
mantenía en total ocultamiento.
Hoy, surgen nuevos casos, el de la niña Embera y otra niña de la comunidad Nukak Makú, que fueron abusadas sexualmente por parte de soldados de las fuerzas militares.
Ambos eventos son extremadamente indignantes para toda la sociedad, pero en el segundo evento, de la niña Nukak Makú la situación es mucho más grave, pues ocurrió hace casi un año y hasta ahora estuvo oculta para la sociedad, a pesar que la Fiscalía tenía el reporte oficial, que el ICBF también conocía el caso e incluso la ONU había sido informada del secuestro y violación de la niña.
¿Cómo puede mantenerse un evento tan repugnante mantenerse oculto, cuando las autoridades, el ejército, la ONU y hasta Bienestar Familiar estaban enterados? ¿Qué carajos está pasando en Colombia? ¿Hasta dónde llega el poder de un hombre para mantener en la sombra un abuso tan aberrante, como el secuestro y violación de una niña indígena?
El ejército sigue operando a su antojo, asumiendo equivocadamente que desde sus generales hasta los soldados rasos, pueden cometer todo tipo de atropellos sin ser juzgados por la justicia y hasta razón tienen, pues no vemos a las cortes tomando medidas drásticas y cuando finalmente proceden, es para los soldados, mientras los generales de soles opacos, siguen disfrutando de su libertad y nadie los puede tocar.
Todo parece indicar que el poder entregado al ejército colombiano, esta tan vigente como hace 18 años y la cúpula de la institución se hace la de oídos sordos.
Ese mismo fenómeno es que hoy le permite al ESMAD proceder a su antojo, sin que nadie pueda controlarlos, mientras el Centro Democrático apoya incondicionalmente a las fuerzas armadas e incluso, se atreven a poner en duda la veracidad de los hechos, intentando acusar a las niñas de ser trabajadoras sexuales que viven de la ingenuidad de los soldados.
Estamos en la peor crisis social del país, tenemos pandemia en la salud, pandemia en la política, pandemia en la corrupción y los abusos del ejército. ¿Cuánto más deberá pasar para que Colombia tome acciones y decida cambiar la estructura política de este país?
Me pregunto si en las nuevas elecciones al congreso veremos a los mismos haciendo de las suyas, me pregunto si tendremos a otro candidato del Centro Democrático en la presidencia del 2022