Por Mauricio Marulanda
No he sido fanático del fútbol, ni siquiera llego a la categoría de seguidor, tal vez fui al estadio dos o tres veces en mi vida y todo lo que sé, es producto de las lecturas que tengo en los titulares o los comentarios de amigos que sí viven la pasión del fútbol.
Hace unos años tuve la oportunidad de visitar Argentina, fui a disfrutar de unas vacaciones en Buenos Aires, dos semanas de regocijo en otro país, descubriendo su cultura y desde que llegué y hasta que me fui, entendí que el mundo argentino gira en torno a la pelota.
Desde que bajé del avión y tomé el taxi, el conductor me abordó al descubrir mi acento colombiano y así se dio inicio a la más grande vergüenza que haya vivido. Empezó a hablarle de todos los jugadores de fútbol colombianos que están en su país. Gente que yo en mi vida había escuchado. Durante 40 minutos sólo habló de ellos y yo lo único que podía aportar era el 5-0 que le metimos a los argentinos en su propia casa, pero ni pendejo que fuera para abordar ese tema espinoso para ellos.
Al llegar al pequeño hostal, descubro la imagen de Maradona en el pequeño lobby del lugar, con un velón blanco, como signo de adoración. No dije nada, me pareció un acto independiente del dueño, un señor de unos 60 años quien fumaba delante mío sin que importaran las normas de seguridad.
Al día siguiente salgo al banco a cambiar dólares en pesos argentinos y me topo con muchas de estas imágenes de Diego en tiendas, bancos y muchos establecimientos de la ciudad.
Así empecé a entender que Diego Armando Maradona, no sólo era un jugador de fútbol destacado en su país, tampoco era una estrella de la historia, no señores, Diego era un DIOS y así lo demuestra una charla que sostuve con un grupo de personas que literalmente consideran que Diego es un Dios que convive con ellos.
Recordé aquella película de John Travolta, Michael, un arcángel que baja del cielo y hace milagros, pero disfruta de fumar, tomar licor y tener mucho sexo. Así era este Dios argentino, Diego por un lado, era el rey de la pelota, el mago de las gambetas y el rey de la cancha. Por otro lado era un personaje polémico que consumía cocaína, le encantaban las drogas ilegales, los bacanales del sexo y los amigos cómplices que en su afán de adorarlo, le daba rienda suelta a su personalidad un tanto distópica.
Y era justo eso, lo que atraía a sus seguidores, Dieguito era el reflejo de un Dios humano con todas sus debilidades propias del poder que puede generar ser Dios.
Existen cientos de anécdotas que se escuchan en Buenos Aires sobre Maradona, dicen que era un tipo amplio, que ayudaba a muchos necesitados, que toda su fortuna, prácticamente la regaló a sus amigos, que hizo donaciones, que ayudo a este y aquel jugador, que se enfrentaba a los poderosos sin miedo y los ponía en su lugar.
Maradona es la leyenda de un arcángel caído del cielo que por su conducta y personalidad fue amado y odiado por muchos. Pero si van a Buenos Aires, descubrirán que este hombre de baja estatura, pasado de peso y controversial en su manera de disfrutar la vida, fue un DIOS en su país y esa imagen permanecerá en los corazones de todos los argentinos.
Director: Habib Merheg Marún