El video fue evidente: un hombre muy borracho insultaba a un grupo de policías mientras miembros de su escolta intentaban hacerlo entrar al hotel donde se alojaba. Al día siguiente el personaje dio una entrevista radial donde intentaba explicar el escándalo y no se supo qué había sido peor, si la insultada a los policías o la justificación por la emisora.
Superada la borrachera y el guayabo y bajo un torrencial de críticas de todo el mundo -excepto del alcalde de Medellín-, el hombre reapareció en un video a través del cual confesó que toda la vida ha tenido problemas con el alcohol y que lo sucedido en la entrada del hotel era uno más en una cadena de hechos desafortunados.
Mal por el borracho. Bien por el que lo reconoce. Pero ¿basta reconocerlo? No sería el primer drogadicto -el alcohol es una droga cuya producción es legal y su consumo socialmente aceptado-, que reconozca que tiene un problema, pero siga en sus andanzas.
Será el tiempo quien diga si el senador por el Pacto Histórico, Alex Flórez, controle la forma en que consume alcohol y pueda mantenerlo dominado. De lo contrario, sus salidas en falso y sus pantalones, lo delatarán.