Mientras el gobierno local de Cali, como el de más de cien municipios en todo el país, afronta la crisis de la pandemia de COVID, los grupos delincuenciales de la ciudad mejoran sus estrategias para hacer de las suyas sin exponerse a ser capturados.
Así quedó demostrado este fin de semana, cuando 14 ladrones en motocicletas decidieron llegar hasta un restaurante en el Oeste de la ciudad y robarle todas las pertenencias a los comensales que visitaban el lugar.
Primero, tuvieron en cuenta que no hubiese cámaras de vigilancia, sin las cuales pudieran identificar sus rostros. Segundo, se hizo evidente que están asociados entre sí, para dar un golpe más certero y con un mejor botín para repartir. Tercero, todos andan en motos de cilindraje medio, que no llama la atención de la policía. Cuarto, el tiempo de entrada y salida de cada golpe está perfectamente sincronizado, tal cual se planea el robo a un banco, todo se hace en menos de dos minutos.
Estos no son casos aislados de robos de principiantes, hablamos de una organización que se está entrenando de la mejor manera para dar golpes certeros y que en la medida que perfeccionan sus métodos, así irán subiendo sus aspiraciones y logros.
Estos son profesionales, individuos que entrenan con rigurosidad y esmero, su profesión en ladrón y no van improvisando en el andar, están en continuo proceso de mejorar sus habilidades y la policía debe ser clara en la metodología que usan y estudiar con claridad el modo de operar de esta banda.
Lo grave del asunto, es que mientras avanzan en sus logros, se convierten en espejos para nuevos militantes de las bandas callejeras, que ven en ellos, un ejemplo a seguir y en menos de lo que canta un gallo, veremos como la ciudad estará invadida de nuevos grupos dispuestos a saciar sus necesidades a costa del atraco.
Señor alcalde, toca evaluar muy bien la situación y no subestimar a estos señores que ya demostraron lo eficaces que pueden ser a la hora de entrar y salir de un lugar con un botín en las manos.
Director: Habib Merheg Marún