Opinión: Habib Merheg Marún
A la luz de los acontecimientos que traen los noticieros, pero sobretodo, a raíz de lo que sucede y no nos muestran pero se sabe gracias a las redes sociales, se cierne sobre el horizonte del país un panorama de incertidumbre.
Se sabe, por ejemplo, del asesinato de cientos (¿miles?), de líderes sociales a manos de desconocidos para las autoridades, pero sobre los cuales las comunidades a las que pertenecían las víctimas, tienen serias sospechas.
Se sabe que en Arauquita llegaron cientos (¿miles?), de familias desplazadas desde el otro lado del río, es decir, desde Venezuela, huyendo por los combates entre las fuerzas armadas de ese país y no se sabe exactamente qué grupo o grupos. Gran difusión en medios. Pero sobre los retenes ilegales de la guerrilla en las goteras de Buga en el centro de Valle del Cauca, pocón.
Mucho ruido mediático por los bombardeos del ejército donde mueren menores de edad (¡qué desgracia!). Pero casi nada sobre los otros bombardeos.
Mucha tinta sobre el glifosato. Pero poco sobre cómo reacciona el mercado de la coca ante una amenaza que, hablando en términos de economía legal, afectaría cualquier negocio. Si no se alteran ni el precio, ni la oferta, ni la distribución, la amenaza deja de serlo, pasa a ser algo inocuo, vacío, algo son importancia.
Mientras, las comunidades que se ven afectadas por la posible fumigación se preparan para la protesta, el bloqueo de vías, el enfrentamiento con el Esmad y los medios lo cubren. Pero que esa posible fumigación es un hecho que va en contra de los Acuerdos, poca difusión.
¿Ave de mal agüero? Tal vez. Pero está el coctel tan mal preparado y hay tantos agregando ingredientes fuertes, dañinos o caducos, que el panorama –para usar un término suave-, es de incertidumbre.
La esperanza –siempre, la esperanza-, se mantiene. Porque insistir en resolver los problemas a punta de plomo, ya no es opción, es locura.