En la montaña rusa de sucesos, noticias e informaciones que cada día vivimos en Colombia, esta semana dos tipos de héroes merecen los titulares y por razones totalmente opuestas. Lamentablemente opuestas.
Ambos tienen en la mayoría de los casos un origen humilde, provienen de pequeñas ciudades o barrios populares, se han ganado el lugar que tienen con base en la constancia y en el deseo de aportar a un país mejor.
Ambos portan uniforme. Uno que genera respeto por su dignidad y otro que genera admiración pues al lucirlo cada colombiano siente que es él mismo el que lo tiene puesto. Esos héroes permanecen ignorados y en no pocas veces, cargan con mucho del odio y del resentimiento que se da silvestre en estas latitudes y al más pequeño error se les cae con toda, sin reflexión, sin consideración, sin pensar que es más lo que les debemos que lo que nos deben.
Sin embargo, esos héroes se siguen esforzando, siguen cumpliendo, siguen enfrentando las dificultades que portar un uniforme conlleva. Salen a la calle, salen a las canchas a darlo todo.
Son las futbolistas de nuestra selección y los agentes de nuestra Policía Nacional.
Ellas, pese a todas las dificultades y al escaso respaldo de la dirigencia que ni campeonato local pudo crear, jugarán el domingo la final de la Copa América frente a Brasil y ya están clasificadas al Mundial y a los Juegos Olímpicos.
Ellos, pese a que cobardes sicarios los asedian para atentar contra sus vidas y a que el país aún no se manifiesta con todo el rigor frente a esa macabra matanza, siguen en las calles protegiendo nuestros bienes y nuestras vidas a costa aún de las de ellos.
¡Bravo mujeres futbolistas! ¡Adelante agentes de policía! ¡Ustedes son los verdaderos héroes de nuestro país!