Opinión: Kico Becerra
Que mejor en estas semifiestas de fin de año, para hacernos un reconocimiento a nosotros mismos de lo que hemos ganado y aprendido este año.
Me puse a indagar al respecto y oí cosas maravillosas. Un niño, hijo de un vecino, me dijo: Aprendí que mi maestra jode menos que mi mamá; verdades infantiles incontrovertibles.
Interrogué a una adolescente y me dijo que ha ganado agilidad en su comunicación virtual y que era una dura en jugar Fortnite; pensando que podría ser una vulgaridad pregunté si eso se hacía vestido o en cueros. Ella me explicó que era en una playa, que se jugaba en equipo, desde el celular o computador.
Otro veterano amigo me confesó que, había aprendido mucho de chats virtuales; que asistía casi a diario a una junta diferente y que ahora tenía más control de sus empresas.
Otro me contó, confidencialmente, que nunca había tenido más amigas pechugonas y culonas; que estaba metido en chats XXXXX donde se le empelotaban y cuanta cochinería veía. Que se podrían construir los techos de un poblado indígena con toda la paja que se acumulaba ahí.
Un compañero de colegio, intelectual desde 8 meses y medio antes de nacer, me dio una lista infinita de las series históricas que había visto por cable y de los libros que se había ahorrado leer con ellas.
Una compañera de universidad me dijo que había aprendido a hablar italiano por Duolingo, una aplicación gratuita que enseña idiomas con un método fenomenal.
Una pareja de amigos me dijo, sin ningún rubor, que ella aprendió a hacérselo a él y él a ella como nunca antes de la pandemia; hablando del desayuno.
Yo les debo confesar que, a pesar de la pandemia, gané muchísimo más de lo que esperaba; sin exagerar, éste es el año en que más he crecido, tanto así que, aun tratando de ocultarlo, se volvió público. En estos días una dama me dijo: Se le ve bien carnudito al señor (malpa mirona).
Si, he aumentado considerablemente en peso y en talla. Me quedan chiquitos hasta los pañuelos. Uso tapa boca y tapa papada. Es más fácil brincarme que darme la vuelta. Y después de ser contagiado con el virus, de la gula pandémica, solo me quedan bien los bombachos y las chanclas.
Soy un innegable ganador en este año de perdedores. Faltando todavía la natilla y los buñuelos de navidad tengo posibilidad de aumentar más mi trozudes. Si me ven «rodando» por ahí, no olviden que cuando llegue la vacuna me pongo en dieta.
Feliz navidad, que el niño Dios me los llene de salud y buen humor.