Opinión: Kico Becerra
Después de mi último susurro, en donde hice una recopilación de los estudios académicos realizados por los candidatos que aparecen como opcionados para ocupar la presidencia, recibí una serie de comentarios que me hacen reflexionar sobre la situación nacional.
El pesimismo respecto al futuro del país es mayúsculo; se parte del principio de que todos los que aspiran a ser mandatarios son o van a ser ladrones. Se cree que, si son muy estudiados y tienen una vasta experiencia como administradores públicos, lo han hecho para continuar con la corrupción que nos aqueja; no importa que no hayan tenido ninguna investigación o hayan salido bien librados de las investigaciones en su contra.
El caso de Alejandro Gaviria, por ejemplo, quien fue subdirector de planeación nacional y ministro de salud y no tiene ninguna acusación de corrupción en su contra, a priori se le veta con el pueril argumento de que, si no ha robado, está bien preparado para robar si llega a presidente. Los candidatos que han sido investigados y absueltos, como Zuluaga y, algunos procesos de Petro, son igualmente descartados porque la justicia es corrupta. Si los condena, esa misma justicia sí es recta.
Para un número bien significativo de personas, ninguno de los postulados lo hace para prestar un servicio a la patria y buscar recomponer lo malo que tenemos como nación; la sola manifestación de querer ser presidente los convierte automáticamente en corruptos que, buscan saquear las arcas públicas para su beneficio.
Con esa lógica nadie es digno de ser presidente y, por eso, es mejor no votar o votar en blanco. Lo trascendental es que no son unos pocos los que piensan así, es generalizada esa concepción, y de esta forma no vamos a llegar a ningún Pereira.
El otro fenómeno que padecemos es que, por estar polarizados entre la extrema Petrista y Uribista, no leemos, ni oímos nada, de quienes no están alineados con nuestro bando. Basta con que no sea fanático de nuestra creencia política para descalificarlo; no importa que sea capacitado y honrado, el simple hecho de no estar en las extremas lo convierte en mamerto o paraco.
Lo paradójico es que, de acuerdo con todos los sondeos de opinión, las extremas representan sólo el 40% de quienes votarían; 15 % por la derecha Uribista y 25% por la izquierda Petrista. Desafortunadamente, el 60% que representa el centro está fatalmente egofragmentado, lo que hace posible que a la segunda vuelta lleguen nuevamente los candidatos de las extremas.
Ñapa: Lánguido y tormentoso viaje de Duque a Europa. El horroroso error de tomar partido por escritores amigos en la feria del libro de Madrid, exacerbó los ánimos de esa visita cultural; esto me hizo recordar el verso de Neruda:
«Donde esté la canción y el pensamiento, donde bailen y canten los poetas, donde la lira diga su lamento, no te metas, Laureano, no te metas».