Las guerrillas en Colombia fueron sin duda, el argumento que dio vida a la carrera política de Uribe con miras a las elecciones presidenciales. Para entonces, los medios no dieron a conocer los antecedentes de quien, muy pronto, se convertiría en el líder político más destacado del país. Su salida de la Alcaldía de Medellín por orden del gobernador de Antioquia, tras demostrarse sus vínculos con el cartel de Pablo Escobar, cuando aprobó más de una docena de pistas clandestinas, que favorecían las rutas del narcotráfico cuando estuvo a cargo de la Aeronáutica Civil.
Llegó a la presidencia y su promesa de acabar con las guerrillas, determinó un ataque frontal que arrojó miles de combates entre la insurgencia y las fuerzas armadas, pero mientras esto ocurría, el narcotráfico ganaba espacios en la conquista de nuevos mercados y rutas. La verdadera guerra en Colombia, no se libraba para la restitución de la paz, sino para el dominio de los cultivos de coca, sus laboratorios y las rutas de entrega al exterior.
Llegó la época trágica de los Falsos Positivos, en donde se acusó a Uribe de asesinar a más de diez mil inocentes campesinos para presentarlos ante el Estado como miembros de la guerrilla.
Para entonces el poder que tenía el presidente Uribe, era tan grande y descomunal, que no había un sólo juez o magistrado, capaz de iniciar un proceso legal contra él. Fue así como más de 250 procesos se mantuvieron engavetados en la fiscalía, sin que nadie pudiera tocarlos, mientras la oposición intentaba demostrar que Uribe estaba ligado a dichos asesinatos.
Llegó la época de los testigos, paramilitares y ex empleados de Uribe que intentaron dar pruebas y testimonios en contra de Uribe, su hermano y su gobierno. Todos los testigos desaparecieron, algunos asesinados, otros se suicidaron en extrañas circunstancias y otros simplemente desistieron ante la poca protección que podía brindarles el Estado.
El héroe de Colombia, ese que había logrado romper las estadísticas de votantes en sus primeras elecciones, se estaba derrumbando, fue el inicio de su caída, el prólogo de una realidad que ya no podía ocultar tan fácilmente.
Uribe y Centro Democrático son consciente del grado de ignorancia de los colombianos, y mientras los jóvenes repasan la historia y descubren que detrás de Uribe se esconden cientos de procesos, muertes, engaños y hasta nexos directos con el narcotráfico, sus devotos seguidores, que cada vez son menos, se aferran a la idea que todo es un montaje de la oposición para desprestigiar a su líder, al salvador de la patria.
Su poder seguía latente y lo demostró en estas elecciones cuando, a pesar de todo pronóstico, logra que Iván Duque, un muchacho desconocido para el país, derrote a Gustavo Petro en las pasadas elecciones.
¿Pero en verdad lo derrotó o
sólo se trató de una jugada
magistral con la Registraduría?
Hoy, el país entero exige respuestas ante los bochornosos escándalos de corrupción que vive el país. El poder del Centro Democrático y de un congreso de dudosa reputación, nos obliga a preguntarnos muchas cosas.
¿Cómo es posible que el presidente
de Colombia sea quien escoja
a su propio Fiscal?
La justicia en Colombia está sesgada, diseñada para que el partido al poder tenga las herramientas necesarias para evitar ser llevada a la Corte Suprema. Tenemos una Corte Suprema sumisa, temerosa del poder que un sólo hombre con su maquinaria tiene sobre el país entero.
Un Hacker de la Fiscalía y varios periodistas, atrevidos y audaces, deciden demostrar que sí existen nexos directos de Uribe con el narcotráfico, con la compra de votos, con los miles de casos de falsos positivos y a pesar de todo, las cortes están más preocupadas buscando a los culpables de haber filtrado esa información, que de la información misma que condena a Uribe.
Nuestra clase política está tan asociada a la corrupción, que hacen hasta lo imposible para cubrir las verdades que hoy salen a flote. Germán Vargas Lleras conoce toda la verdad y se mantiene firme en apoyar a Uribe y rechazar las acusaciones, tal vez porque sabe que al caer Uribe, él también tendrá que rendir cuentas.
Todo Colombia sabe la verdad, una verdad que se mantiene flotando entre la especulación y los supuestos, pero en el fondo, todos sabemos que ante tantas evidencias, algunas han de ser ciertas y aún así, el amo de la política se mantiene vigente, dominante y decidido a seguir liderando este país de incautos que, incapaces de reaccionar, aceptan su derrota sin dar la batalla.
Justo cuando el gobierno se tambalea, una crisis mundial producto de un virus, desvía la atención de todo el país y nos concentramos en atender al impertinente invitado, dejando atrás la realidad política del país.
Mientras tanto, los partidos tradicionales se las ingenian para fraguar unas nuevas elecciones, estudiando a fondo si Char debería ser el candidato para la nueva presidencia. Un hombre que ya enfrenta varios procesos en su contra, pero que la ley (nuestra ley) permite que, a pesar de tener procesos en curso, tenga la oportunidad de llegar a la presidencia.
Queda demostrado que la justicia en Colombia requiere de una transformación urgente, que al menos establezca que todos aquellos con procesos abiertos por corrupción, no tengan opción alguna de llegar al poder. Pero muchos dirán no estar de acuerdo, porque sólo habría que abrir un proceso contra alguien honesto, para sacarlo de la contienda electoral.
El cáncer político que vivimos está en esa etapa en donde, nos mata o le aplicamos todo el rigor de la honestidad para liberarnos de él. Lo triste es que aún hay un sector de la población, que adora este cáncer y no piensa hacer nada para combatirlo.
Por Mauricio Marulanda