Más allá de las diferencias entre gobiernos, es la economía la que en definitiva marca el rumbo de las relaciones entre los estados. Estados Unidos y China son el mejor ejemplo. Mantienen diferencias políticas irreconciliables pero el intercambio comercial y la presencia de factorías estadounidenses en el país asiático es inocultable.
Entre Colombia y Venezuela está a punto de suceder algo parecido. Sin poder afirmar que el presidente Petro avale la forma como se gobierna en Venezuela, el caso es que a partir del 26 de septiembre las fronteras entre los dos países quedarán abiertas y se espera un torrente comercial entre ambas naciones cuyo comercio bilateral en 2008 superó los 7 mil millones de dólares pero que a 2020 cayó a solo 222 millones debido al corte de relaciones con las consecuencias lógicas en las empresas que producían bienes y servicios.
El impacto positivo en la economía se sentirá primero en las ciudades cercanas como Cúcuta y Maicao del lado colombiano y San Cristóbal del lado venezolano. Pero a mediano plazo, el intercambio traerá beneficios a toda la economía y, posiblemente, Venezuela vuelva a ser el principal socio económico del país.