Por: Habib Merheg
Inventarios llenos, compradores aislados de los vendedores y una oferta crediticia esquiva para los más afectados, es el panorama gris que la pandemia deja en Colombia y el mundo.
Tuve una charla con varios amigos confeccionistas de Colombia (de manera virtual, obviamente), y el tema de la conversación fue, desde luego, el de la crisis que el aislamiento social ha provocado en su sector, crisis que no se diferencia mucho de la que está sufriendo toda la economía a la cual la pandemia como daño colateral ha puesto en peligroso estado de pausa.
El gremio se preparó para lo que se llama “temporada». En Colombia hay temporadas claramente identificadas de las cuales Navidad significa para muchos, ganar o perder el año. Pero hay otras temporadas que juntas pueden igualar la Navidad: Día de la Madre, Día del Niño, el de la Secretaria y el del Padre.
Se prepararon para vender en esas temporadas y se quedaron con sus bodegas llenas de inventario debido a que el aislamiento social también aisló compradores de vendedores. Ahora que se anuncia que el sector manufacturero puede abrir, se preguntan: ¿Abrir para qué? ¿Para producir? ¡Imposible! Necesitamos vender antes lo que ya tenemos, dicen.
Al problema de exceso de inventarios se suma el de la escasez de recursos, la falta de caja y los compromisos del crédito.
Si bien el gobierno dispuso recursos financieros, los tramitó a través del sistema bancario que, dicho por varios de mis interlocutores, no solo les cobran intereses exagerados, sino que les restringen los montos a desembolsar.
En el tema asistencial y a pesar de graves lunares de corrupción, el gobierno acertó al intentar que los hogares no sucumban en medio de la crisis. Pero a nivel de ayudas empresariales, no se ve un Plan de Salvamento de las dimensiones que la crisis demanda. Porque si bien el virus del Covid-19 matará varios miles, lamentablemente, el virus del hambre puede acabar con todos y generar un ambiente de anarquía insostenible.
Mientras gobiernos de varios países están destinando entre el 10 y el 15% de su PIB para el manejo de la crisis, el gobierno colombiano destina un tímido 5% para el mismo fin.
Aunque las consecuencias de una economía en “estado de hibernación” están por verse aún y todos los especialistas son pesimistas, las dudas del gobierno nacional a la hora de asistir a los pequeños medianos empresarios, pueden provocar una caída de la cual no podremos recuperarnos en muchísimos años.
Director: Habib Merheg Marún